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Las Antípodas

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Tenía la impresión de que en un mundo donde la economía lo gobierna todo, y sólo hace falta mirar alrededor de uno para darse cuenta de ello, los principios ideológicos se habían quedado tan obsoletos como los ferrocarriles de carbón, la telefonía analógica o el cine en blanco y negro.

Sin embargo, al igual que los galos de Asterix y Obelix, todavía quedan irreductibles que defienden una tesis, basándose en consideraciones ideológicas.

En mi caso particular y después de leer las bases fundacionales de buena parte de ellas ?soy de los que cree que en los libros se esconden muchas de las respuestas a los grandes interrogantes- he llegado a la conclusión de que, al final, son otros los motivos que impulsan a las personas. Respeto a quien tenga una determinada ideología, aunque yo no “comulgue” con ella precisamente, aunque enarbolar ideologías, a estas alturas, resulta tan estéril que no sé si merece el esfuerzo.

De todas maneras, tampoco sé -es que soy así de incrédulo- si detrás de las acusaciones supuestamente ideológicas que me achacan diferentes escribientes anónimos, no se esconden otras asuntos no tan claros.

Además, cuando quien te critica lo hace tergiversando tus palabras, esa persona demuestra un afán por adaptar la realidad a su conveniencia que no es que ayude a que las cosas mejoren. Cada cual es muy libre de interpretar las cosas como mejor le plazca, sobre todo cuando se vive dentro de un estado de derecho.

El problema viene cuando se empieza tergiversando una frase o una expresión y se termina por rebatir un suceso histórico, tal y como el holocausto, que sufrieron no sólo los judíos sino buena parte de los colectivos que no entraban en los planes raciales de la Alemania del Reich liderado por Adolf Hitler y el partido Nacional Socialista.

Los museos no guardan todas las respuestas, pero si alguien duda de lo ocurrió durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial, dentro de los campos de concentración ?luego de exterminio- le recomiendo que se de un paseo por el Imperial War Museum británico y compruebe los miles de documentos gráficos que allí se conservan.

Siempre se podrá argumentar que son un montaje o la maniobra de un complot “judeo-masónico”, el cual tan bien le venía al régimen del caudillo para justificar cualquier cosa. Doctores tiene la iglesia e ignorantes los hay por doquier.

Significativo también es que se desacredite la opinión de una persona, sobre todo cuando no se conoce el nivel de implicación de dicha persona en un determinado asunto. Tras compartir columna con una de las personas que más respeto, tanto por su talante como por su actitud ante la vida ?Juan Pedro Rodríguez Marrero-, uno de los componentes del “Team anónimo” descargó toda su demagogia, malas maneras y resabios contra Juan Pedro. El mencionado escribiente le acusó de ser un zote ignorante que no tenía la más mínima entidad para hablar de lo que allí se hablaba, en una interpretación lo más aproximada posible.

Lo que más me gustó fue el desdén con el que el anónimo trató la opinión de Juan Pedro, restándole importancia y diciendo, claramente, que lo despacharía en un plis-plas. El anónimo argumento que él también tenía su opinión y que por ello la expresaba. Perfecto, aunque yo me pregunto ¿cómo sabía él lo que había escrito Juan Pedro, dado que era una columna a “cuatro Manos”? ¿Acaso trabajaba en un banco y fue quién atendió a Juan Pedro en uno de los problemas que él comentaba en la columna? De ser así se entendería su interés por defender a quienes ?empleados en la banca-, están siendo señalados con el dedo a causa de la crisis que todos padecemos.

En ese caso entiendo que no quiera que se generalice y se meta en el mismo saco a todo el mundo, cosa con la que estoy totalmente de acuerdo. De todas formas, me sorprende la facilidad con la que desarmó los argumentos de Juan Pedro, sin saber quién contaba cada unas de las cosas que en dicha se comentaron. Está claro que lo mejor es tirar contra “todo lo que se mueve” que alguno caerá, víctima de las balas. Al final, es una política como otra cualquiera y, si a los anónimos escribientes les va bien, pues bien para ellos.

Yo pensaba que en las Antípodas se encontraban aquellas personas, las cuales me han demostrado por qué hago lo que hago y no comparto con ellas ni lugar de trabajo ni comportamientos.

En las Antípodas se encuentran individuos que, después de ningunearme ?y ningunear mi trabajo-no dudaron en pedirme materiales y/o herramientas de trabajo, argumentando que, con ello me estaban valorando. La realidad es que lo único que valoraban era su bolsillo y si podían ahorrarse el dinero, parasitando, mejor.

En las Antípodas están personas que no han dudado en usar mi trabajo para tratar de desplazar a un tercero y con la mejor de sus sonrisas. Cuales “maquiavelos” de tercera división, estos tipejos sólo buscaban su beneficio personal y medrar a costa de los demás.

En las Antípodas están quienes, tan pronto formulaban una promesa electoral para que los medios la recogieran y a reglón seguido se olvidaban de ella. Decir en cada caso lo que deben decir, para así tener a la parroquia contenta y, después, si te he visto no me acuerdo.

Ahora, que alguien me dijera que se encuentra en las Antípodas ideológicas respecto a mí, fue algo que me sorprendió, sobre todo porque yo pensaba que en las Antípodas solamente estaban los “japonésidos”. ¡Qué cosas aprende uno!

Eduardo Serradilla Sanchis

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