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Cadáveres en el armario

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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En principio, la recomendación más evidente es que revisen bien los armarios de su casa. En ellos se pueden guardar elementos tan peligrosos como una libreta llena de anotaciones, recibos de ingresos y/o transferencias bancarias, tarjetas de crédito, billetes de avión o, incluso, el recaudador de algún ayuntamiento de la isla en pleno exilio de sus obligaciones contractuales. Tampoco estaría mal que, de tenerlos, esconderían bien el/ los cadáveres que dan nombre a esta columna. Cabe la posibilidad de que alguien con memoria, histórica y personal nos los mente en un inoportuno momento y, qué dirá el vecino o el ideólogo de la familia. En estos momentos ya no se respeta nada y en plena negación de sucesos documentados -en especial por medios de comunicación que han olvidado la más mínima ética periodística- algunos todavía se empeñan en devolver la dignidad a quienes se la escamoteó décadas atrás. Por ello, a los cadáveres hay que empalarlos entre la ignorancia, la superstición y el fanatismo ideológico que tan buenos resultados le ha dado a la historia de la humanidad. Al final resultará que los campos de exterminio eran balnearios regentados por personas con un alto grado de la disciplina.Una vez organizado el mentado armario les recomendaría que se libraran de cualquier ventilador que pudiera encontrarse en su residencia. Sé que en los días de calor son muy prácticos, pero tal y como están las cosas, con los vientos y sus utilidades, alguien podría pensar que se es afín a determinados comportamientos que actualmente llenan los juzgados y las mesas de reuniones de muchos personajes isleños. Contra el calor, buenas ventanas -no los ridículos ventanucos que se empeñan en poner en las casas de nueva construcción- pantalones cortos y mucha agua, que es muy sana. Los ventiladores, sobre todo los grandes y eólicos, ya se sabe, los cargan las ideologías subversivas y aquellos llenos de rencor contra quienes tan buen uso hacen de los bienes públicos.Una vez desechos de tales enseres, el siguiente paso es dirigirse a la terraza, si se dispone de tal espacio en la vivienda. Tal y como se desarrollan los acontecimientos y con la deleznable, pero provechosa especulación, una terraza terminará por convertirse en un lugar de protección oficial, sólo para aquellos con un alto, muy alto, poder adquisitivo.Bueno, volviendo a lo que estábamos, si tiene terraza con macetas, tiestos o jardineras, redúzcalas drásticamente. En una maceta y/ o jardinera hay tierra. Y la tierra hay que comprarla o pagar generosamente a un tercero para poder disponer de ella. No es cuestión baladí el no ser consciente de cuánta tierra se tiene en las macetas de la casa. Cualquiera podría especular con su procedencia o con el coste real. Piensen lo rentable que es para muchos un pedazo de suelo sin valor, por pequeño que éste sea. Mañana puede venir un visionario con un faraónico proyecto, el cual multiplicará por un gogol -diez elevado a cien- su valor. En una maceta es más complicado desarrollar un proyecto, pero en una jardinera hay sitio para un complejo de mini-apartamentos -modalidad nido de pájaro- una piscina y un hermoso campo de golf. Por ello, si tienen más de una jardinera les recomiendo que declaren su tierra como espacio protegido y así se evitan desconfianzas del vecino del quinto, ese que siempre anda deseando todo lo que nosotros tenemos.Para terminar, sería bueno que revisaran qué símbolos lucen en las reuniones sociales. Por extraño que parezca, hoy está muy de moda el color verde de San Patricio, la esperanza, o al que cantara Federico García Lorca de una manera inimitable. Lo malo es que dicho color puede llegar a ser perjudicial para la credibilidad de quienes lo utilizan como soporte para una cerrazón numantina -sin ánimo de insultar a quienes resistieron en dicha localidad-.Tampoco estaría de más que midieran el tamaño de las enseñas patrias que puedan figurar en sus estancias. Los símbolos son sagrados, pero cuando sus dimensiones atentan contra la mesura y la realidad de una sociedad, mejor sería contenerse un poco.Por lo demás, se dan por supuestas verdades tan aceptadas como Dime con quién andas y te diré... , Dime de qué presumes y te diré de qué..., Las palabras se las lleva el..., o No hay peor ciego que el qué no quiere....No caer en ellas debería ser un ejercicio de coherencia personal en medio de las revueltas aguas que sacuden a la sociedad de nuestro archipiélago.De todas formas, sé que el arribismo y la necedad de las personas -por no decir soberbia- les suele obstaculizar cualquier atisbo de mesura en su comportamiento. Es más fácil echarle la culpa al vecino y pensar que nuestra verdad es la única que vale. Quién sabe, puede que los equivocados seamos aquellos que pensamos que la vida es algo más que pisotear al resto con tal de lograr nuestro propósito. Aún así, revisen su casa y pongan las cosas en orden. Seguro que se evitan los sustos que otros están padeciendo por su mala cabeza y nula conciencia. Tanto dinero gastado en cuestionables jefes de gabinete y Pepito Grillo sin trabajo desde que Pinocho se hizo mayor. ¡Qué mal está el mundo!

Eduardo Serradilla Sanchis

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