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Cárcel política por Roberto Miño Reig

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No puedo negar mi tristeza cuando enciendo la televisión y veo como mis compatriotas reconocen y asumen que en nuestro país la política y su clase, porque no hay clase política, superan muchas veces las rígidas barreras de nuestro sistema jurídico para hacer de las necesidades de la gente una presente realidad. Que me perdonen nuestras muchas Señorías que piensan esto pero no hacen más que caer en su propia dictadura. Les pregunto que persona es capaz de alterar la voluntad de un pueblo expresada en la ley porque crea que va en contra de un buen fin político. No podría entenderlo sino en un sitio en el cual el desprecio a las leyes llega al punto de incumplirlas, y no quiero que este sea España. Sí, están entendiendo bien. Estoy diciendo que muchos de nuestros políticos tendrían que abandonar su escaño y ocupar algún lugar menos glamoroso pero más amplio, una celda.

Soy de los que piensa, como decía Einstein, que el nacionalismo es el sarampión de la humanidad pero me hierve la sangre cuando veo injusticias como la del “peneuvista” Ibarretxe. La Justicia española, a la que siempre respetaré, lo acusa por hablar con la banda terrorista ETA. Me parece una acertada decisión pero seguidamente me pregunto si la Justicia en España se guía por el absolutista sistema de del nombre y apellido. Pienso que si el Señor Lendakari tiene que ir a la cárcel por colaboración con banda armada, señores o mediadores como Zapatero, Rubalcaba o Aznar tendrían que ser sus invitados o vecinos. ¿No son estas personas las que acercaron a terroristas vascos a cárceles cercanas al País Vasco mientras que “choricillos” de nuestra tierra están en prisiones de otras Comunidades sin ver en años a sus hijos?¿No son estas personas las que pactaron con terroristas resignando a nuestro Estado de Derecho a ser quemado por los mismos que han sido elegidos para defenderlo?

Si somos justos con nosotros mismos y no miramos al elegido con ojos miedosos no podría salir otra cosa de nuestra boca que el repudio a un quebranto de nuestras leyes que nos hará cada día más esclavos de la arbitrariedad en la aplicación de las mismas. Por todo ello solo decir que, como decía Montesquieu, para ser realmente grande, hay que estar con la ley y en la ley, no por encima de ella. Recuerden siempre, paisanos, que cuando nos falte la riqueza o la pobreza, la derecha o la izquierda si queremos podremos quedarnos con el diamante más preciado creado por nosotros, la ley que nos acompaña en nuestros comienzos y muere con nuestro fin.

Roberto Miño Reig

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