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Carme Chacón y la elegancia por Coral Bravo

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Dicho esto, creo que podemos afirmar, sin miedo a errar, que los tiempos cambian, y que, en su devenir, van transformando modas, ideas, conceptos, costumbres e, incluso, verdades que, en algún momento determinado, se consideraban incuestionables. Es una “verdad de Perogrullo”, pero, a la vista de las ocurrencias de la oposición, parece que hay mentalidades inmovilistas e hieráticas a las que les cuesta entender esta obviedad. Obviedad que se manifiesta de manera muy evidente en el tema de la moda, la indumentaria y, por extensión, del protocolo.

Ideas

El protocolo siempre está al servicio del hombre, al igual que la forma debe estar siempre al servicio de la esencia de las ideas y las cosas, y no al contrario. Por poner un ejemplo muy simple, los miriñaques eran elemento indumentario femenino

“sine qua non” en las reglas protocolarias de una época histórica determinada; y, a día de hoy, la mujer que se atreviera a salir a la calle con tamaño disparate, sería motivo de chufla, chanza general y, quizás, de arresto por parte de la Municipal por

escándalo público.

Protocolo

Si existe algo aleatorio y fruto de una convención intrascendente, anacrónica y casual, es el protocolo. Los verdaderos expertos en protocolo saben muy bien que su finalidad última no es otra que la naturalidad y la corrección en las formas que ,

para no ser vulnerada en ciertas ceremonias oficiales, se atiene a unas determinadas normas; normas que, por pura lógica, evolucionan según lo hace la sociedad.

Con falda

Si la señora Chacón hubiera salido al estrado de las miradas ajenas vestida de Juana de Arco, o, por no alejarnos tanto en el tiempo, con un tiesto en la cabeza y tomates colgando de los frunces de su falda, con modelo de Ruiz de la Prada, entiendo que los murmullos maliciosos se hubieran despertado a su paso; pero vestida de mujer, con media etiqueta y con sobrada naturalidad, esos murmullos, más que maliciosos, me parecen groseros e insultantes para la dignidad del género femenino y

para el sentido común general.

Vicarios, obispos y prelados

El supuesto problema para los defensores a ultranza del protocolo trasnochado (en cuyo trasfondo no hay más que el ataque cerril, continuado e incansable que se trae la oposición contra el gobierno), parece ser que la ministra llevaba pantalón, y no

falda. Y me pregunto por qué no miden a todos con el mismo rasero los señores del PP. Porque hay señoras que aparecen en actos oficiales con modelitos de propia creación llenos de enormes lunas, cartas de baraja o flores de cartón colgando; y me

pregunto qué dispone el protocolo en el atuendo de vicarios, obispos y prelados que, siendo hombres, llevan faldones, sotanas y, en ocasiones, unos tapa-cabezas que dejan por el suelo a las más osadas y audaces damas inglesas de Ascott.

Chapeau

“El hábito, en cualquier caso, no hace al monje” y, por mi parte, considero de sano juicio que las ministras, más que detenerse en el modelito de alta costura que conviene ponerse según para qué ocasión y hora del día (lo cual suele ser habitual

en personas desocupadas u ocupadas en banalidades), deben centrarse en hacer bien su trabajo en beneficio del país; y la ministra de Defensa, lo está haciendo muy bien, además de representar a la perfección al género femenino en un puesto de

responsabilidad hasta ahora vetado a las mujeres. ¡“Chapeau” por ella, por su pantalón, su profesionalidad y sus agallas!

Chascarrillos

Los voceros del PP deberían no atender tanto a cuestiones tan triviales, además de, por cierto, rancias y obsoletas, y dedicar su energía a llevar a cabo una oposición honesta, políticamente limpia y destinada al bien de los ciudadanos... ¿Qué groseros chascarrillos hubieran vertido los insidiosos de siempre si la ministra hubiera gritado, como hizo Trillo, “¡Viva Honduras!” en El Salvador? Lo podemos imaginar indignados y estupefactos..... Parecen no haberse enterado de que la etiqueta, que es la forma, de nada sirve si no hay fondo; la verdadera vulgaridad y la verdadera miseria no pueden cubrirse con chaqués, ni con sedas, ni botonaduras de plata, porque, como diría mi abuela, la elegancia de verdad está en el alma.

(*) Coral Bravo es doctora en Filología, miembro de Europa Laica y articulista de elplural.com

Coral Bravo *

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