Causalidades

La última de Soria tiene su gracia y es muy propia de su carácter de gallito peleón de cresta engominada: - O el PSOE me detiene o no me gana las elecciones. Quizás la fanfarronada, además de eso, de una machada típica, sea un vendaje prematuro sobre la probable herida de mayo, porque, evidentemente, los casos de corrupción en los que están implicados tantos dirigentes amparados en la sombra de la gaviota rampante, pasará factura en las urnas al aspirante a la presidencia de la Comunidad por parte de los conservadores archipielágicos. Yo, si fuese José Manuel Soria, no me preocuparía por la posibilidad de que el PSOE me detuviera. El PSOE no puede detener a nadie en contra de lo que lo que los populares proclaman. Tampoco se arresta a nadie en este país por bocazas. La jactancia arrogante no es un delito, si bien acusar, como se está acusando constantemente, al poder judicial de falta de independencia y de plegarse a las órdenes del Ejecutivo, es intentar poner en la picota el correcto funcionamiento del Estado de derecho y sí puede considerarse una insistencia injuriosa y delictiva. Uno –miren ustedes por dónde- tampoco cree en las casualidades, sino en las causalidades. Y si se confía en la causalidad no queda más remedio que ceñirse a una conclusión lógica: si la mayoría de los cargos públicos sospechosos de corrupción en Canarias son del PP, probablemente sea debido a que en el PP hay mucho chorizo. O presunto chorizo, con perdón. Digo con perdón, porque el choriceo va por barrios y por épocas. En ésta parece que la basura se encuentra principalmente bajo las alfombras de los despachos municipales que ocupa la derecha. O el centro-.derecha, vale, para que no se me mosqueen. Otra cosa –y me pongo en el pellejo de otro, en el de López Aguilar- es considerar si, a estas alturas, el ministro candidato ya debiera haber dimitido. En mi opinión, está tardando. Para acallar boberías –aunque la matraquilla continuase, que éstos son muy suyos- y para comenzar a hacer campaña por estos lares, que tampoco le vendría mal no fiarse excesivamente de las encuestas más optimistas.

José H. Chela