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Centenario del nacimiento del pintor Jesús Arencibia

Teo Mesa / Teo Mesa

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La Escuela Luján Pérez de Las Palmas y la Fundación Luján Pérez de Guía, se honran en sumarse a la celebración de su natalidad, en estos cien años, de este artista de relieve, que tanto destacó en el arte canario de la plástica. Perteneció a la segunda generación de artistas que encumbraron y dieron fulgor a la Escuela Luján Pérez, formándose en ella según el libre pensar artístico y el autodidactismo personalizado, que como prédica se inició ?y es aún respetado en todo su vigor didáctico?, y seguidas por todos los artistas como gran éxito de sus proyectos artísticos, durante las varis generaciones de artistas que en la Luján Pérez se han ejercitado.

Sintió el niño Jesús Arencibia su vocación y curiosidad por la pintura representativa, por la visión de los cuadros de su tía Soledad, quien pintaba al óleo. Genético pues, debe ser el hecho de la propensión de aquel niño hacia el arte, al tener una persona consanguínea que también la practicaba. De ahí que sus primeros ensayos artísticos, a hurtadillas y fuera del conocimiento de su familia, por tan aparente, y enojoso intrusismo, en la pintura. Sus primigenios osados intentos en la plasmación de los objetos del rededor, lo fuera a través del costumbrismo, del entorno social más inmediato, siendo desde aquel entonces, la figura humana sus imágenes predilectas para la confección de sus atrevidas obras, del niño indiscreto. Figuras humanas que serán la base experimental creativa en toda su carrera artística, a las cuales la dio toda una ingente variación de posturas, escorzos, movimientos y significadas expresiones.

Después de estos intentos de curiosidad técnica, su interés pasa a ser de absoluta seriedad en la pintura como prometedor oficio de por vida. Para ello se inscribe en las clases de la conocida pintora Lía Tavío, en la ciudad. Este primer aprendizaje lo hará bajo la tutela de Tavío, cuyo método didáctico lo basaba en el desarrollo de la figura convencional, realista y en el academicismo, según el entender de la maestra en arte. La etapa que marcó su ingreso en la Escuela Luján Pérez, sería entre los años 1930- 36, bajo la incitación y ánimo de su amigo y compañero de bachillerato, el escritor Pancho Guerra, cuando oteara y admirara sus cuadros de paisajes y augurara una futurible promesa en la plástica (no se equivocó un ápice, el ojo avizor del creador literario de Tirajana).

Allí, en la calle de San Marcos, donde estaba inicialmente la Escuela, convivió con los artistas, también en ciernes, que se formaban en aquellas aulas, aprendiendo todos de los consejos del maestro, y mutuamente, entre las contemplaciones de cada obra, en técnicas y planteamientos temáticos, quienes serían la creme de los honores históricos y vanguardistas de la cultura plástica archipielágica. En la Luján Pérez, encontró nuevos aires de libertad y de expresión en las artes, además de un lugar de loables logros culturales, siendo muy respetado en el estilo, temas y manifiesto artísticos que ya estaban en maceración y el camino de su encuentro. Escuela, en la que quedó agradecido y donde se fraguó una buena amistad con varios de los artistas: Juan Jaén (con quien emparentó, apadrinando al hijo del escultor), Jorge Oramas, Plácido Fleitas, Abraham Cárdenles, etc. En ese año de 1932, participó Arencibia en una muestra colectiva, que se hiciera en las mismas paredes de la Escuela, junto a Santiago Santana, Plácido Fleitas, Eduardo Gregorio, Jorge Oramas, Emilio Padrón, José Navarro y Rafael Clave.

Los dictados verbales y escritos de las viejas costumbres, el entorno y la cultura humana de la tierra, dejaron huella en las fértiles surcos de las neuronas de los jóvenes artistas, ávidos por encontrar los motivos y senderos inspiradores de la plástica, que tanto ayudan a los principiantes, cuando éstos están aún rudos en las mieses creadoras. Los motivos paisajísticos y rudos campesinos, costumbres y culturas, fueron las motivaciones y los pretextos para complementar sus obras incipientes. De ahí, que sus primeras obras totalmente creadas por el artista, de su propia mente y cosecha técnica fueran las llamadas pinturas de personajes con miradas ciegas o párpados cerrados, en las cuales sus temas derivan hacia el paisaje misterioso, solitario, mudo, ciego, silente, muñidor de misteriosas congojas e incomprensiones vitales, de los sufridos seres que perviven en esos lacónicos ambientes; además, de destacar pictóricamente las costumbres, culturas arraigadas y emociones vividas.

Entre los elementos destacables y permanentes del paisaje y paisanaje, en las pinturas figuran: la flora (cardón, palmera, dragos); la arquitectura rural (cementerios, casas cuevas), tallas canarias, como maceteros, etc. El estilo y técnica de esta etapa está singularizada por un arte nuevo, propio, sin apropiarse de otros formularios ajenos. Dibjos acuarelados y totalmente esquematizados en la concepción de todas las figuras representadas, a las que da cuerpo mediante estas síntesis de cromías y claroscuros. Los cromos, son igualmente sintetizados, aplicando a las formas el color absolutamente plano en toda su apreciación, sin valores tonales añadidos que enriquezcan el espectro cromático. Que no es el motivo ni la intención propuesta.

Teo Mesa

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