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¡Que le corten la cabeza!

Ana Tristán

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Nuestras sociedades híper modernas están sujetas a estructuras siempre más complejas, cambiantes e interconectadas. Sin embargo, encontramos las mismas imágenes arquetípicas que hace dos mil años en el inconsciente de nuestra realidad.

El monte Olympo y el Reino de los Cielos ahora están en Sillycon Valley, donde habitan los dioses de la Tecnología que producen el guión del cosmos en que nos movemos: Welcome to Matrix.

La lucha de Titanes contra Dioses es representada por las corporaciones del New Management contra las viejas Instituciones Estatales. La Estrella de la Muerte está hecha de bits y viene a por nosotros.

El sacrificio originario lo encarnan los pobres, los desclasados, refugiados, palestinos, sirios, kurdos y los excluidos de la historia. Ellos han de sufrir y aparecer en los periódicos para redimir a la humanidad de su pecado original, su egoísmo y su arrogancia.

Los relatos míticos de hace miles de años, comunes a diferentes civilizaciones, ofrecen formas narrativas extraordinarias que nos sumergen en las profundidades de la existencia. Del amor, de la guerra, de la lucha, del destino, de la heroicidad, del sufrimiento y del viaje. El boyante sector de la Autoayuda se encarga de masticarlo todo hasta que no se ven los grumos para venderlo al por mayor: “pícalo menudito que es pa´ cachimba”

El dios Momo, descrito por Esopo y Sófocles, entre otros, fue expulsado del Monte Olympo por ridiculizar a los dioses que allí habitaban. Hijo de Caos y de la Noche, hacía uso de la sátira, la ironía, la locura, la burla malintencionada, la culpa, la crítica injusta o la censura. Como buen proto-cómico, Momo acabó siendo expulsado del hogar celestial, por puñetero.

El humor es un terreno peligroso, un lugar donde escenificar y burlarse de las relaciones de poder, tanto de arriba a abajo como de abajo a arriba. La burla y los chistes son un campo de batalla lingüístico donde poner contra las cuerdas al orden establecido, desnudarlo o perpetuarlo.

La tónica de las comedias y tertulias mediáticas, aunque vayan de modernas y lleven tatuajes, sigue siendo clasista, colonial, medio machista, adinerada, de pseudo-izquierdas y gritona. Como buena parte de la sociedad aspiracional que la consume.

Volviendo a los arquetipos o patrones de pensamiento que subyacen en el inconsciente colectivo, podemos establecer comparaciones entre los chistes del siglo IV sobre los habitantes de Abdera (Tracia) y los del siglo XXI sobre Lepe (España). Vaya usted a saber por qué, sociedades tan alejadas en el espacio y en el tiempo, consideraron a un pueblo determinado como capital de los tontos, brutos o burlables, en definitiva.

Las chanzas más populares son siempre sobre personajes algo idiotas, ingenuos, calvos, machistas o sobre sucesos escabrosos que quedan reducidos al absurdo a través del cachondeo.

El linchamiento a Rober Bodegas por su monólogo sobre payos y gitanos no nos pilla por sorpresa, y a él tampoco debería. En el fondo, uno sabe que en cualquier momento las burlas pueden tocar la fibra del ego y el orgullo de la persona burlada. Cuánto más si nos reímos de toda una comunidad. El bufón sabe que en cualquier momento le cortan la cabeza.

Irene Villa, quien fuera víctima de un atentado terrorista por el que perdió las dos piernas y tres dedos de una mano, fue el objeto predilecto del repertorio de humor negro español. Durante mucho tiempo se hicieron chistes terribles sobre ella y aún se siguen haciendo.

Entre 2011 y 2015 el ex concejal de Podemos Guillermo Zapata consideró apropiado compartir en su twitter chistes sobre el genocidio, sobre Irene Villa y las niñas del Alcasser, lo que le convirtió en blanco del enjambre de justicieros de Twitter. En temas de oportunidad política y estrategia on-line se ve que no andaba muy avispado.

El caso es que mientras la legión de ofendidos clamaba por #Zapatadimisión, Irene Villa salió defendiendo el humor como camino para el crecimiento y la superación. Obviamente, Zapata dimitió. Supongo que algo habrá aprendido sobre lo más importante de la libertad de expresión: el saber cuándo y dónde callarse.

En la red y la comunicación mediatizada no hay una reunión de sujetos, no hay encuentro, ni empatía o respeto posibles.

Día a día y minuto a minuto nos posicionamos telemáticamente en un montón de causas alejadas del ámbito de actuación de nuestra realidad, tejidas a través de un hilo identitario - emocional. Todo parece desconectado entre sí. Van llegando bombazos informativos, vamos opinando, enfadándonos, manifestándonos, suscribiéndonos a movidas y cambiando el estado de Facebook.

Mucha gente, como yo, no tenía ni idea de la existencia de este cómico. Pero tras ver dos minutos de actuación de Bodegas, la masa espongiforme de tuiteros en pos de la justicia social, reclama su cabeza. Como si acabar con el burletero fuese a terminar con las burlas, o aún mejor, con el sustrato histórico y cultural que les ha dado origen.

El escándalo de Rober Bodegas no deja de recordar al mítico “matar al mensajero cuando trae malas noticias”. Y ahora enjambres de tuiteros lo quieren aniquilar, por graciosillo.

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