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De los cuervos de Fuerteventura a las carreras de coches en el Monte de Las Mercedes

Eustaquio Villalba

Siempre hay unanimidad entre los partidos a la hora de proponer, apoyar y financiar cualquier propuesta de reconocimiento internacional de la biodiversidad y de los paisajes de las islas. Este esfuerzo se ha visto recompensado con numerosas distinciones por arte de organismos internacionales, como la Unesco o el Consejo de Europa. Este excepcional patrimonio natural se ha convertido en la base de nuestra oferta turística y, por tanto, en el soporte del principal sector económico isleño. Pero el interés por estos reconocimientos no está acompañado del mismo esfuerzo y dinero para conservar el patrimonio canario. Nuestros dirigentes plantean un modelo económico basado en el crecimiento ininterrumpido del PIB, olvidando que esto supone un futuro imposible pues, aunque sea obvio, ningún crecimiento exponencial es sostenible en el tiempo. Una tasa anual del 2% implica duplicar el PIB en 35 años, si fuera al 5% se duplicaría cada 14 y si llegara al 10%, como algunas economías de oriente, se doblaría en solo 7. Es evidente que para mantener estas cifras hay que incrementar al mismo ritmo el consumo en los sectores que alimentan este tipo de economía y, en el caso canario, está claro cuáles son: suelo, agua y paisaje. El problema está en que ni la superficie ni los recursos hídricos de las islas aumentan porque se incremente la demanda. Hay lo que hay, es un modelo económico insostenible. Para continuar por esta senda tendremos que convertir, como los hermanos Marx, la madera de los vagones en leña para que la locomotora del crecimiento pueda seguir andando un trecho más, aunque ello suponga dejar de ser un tren, y nuestra naturaleza patrimonio de la Humanidad.

Los hechos desmienten sus soflamas en pro del medio ambiente y, por el contrario, son coherentes con el modelo económico basado en el crecimiento insostenible. Las medidas que se se están tomando, tanto legislativas como desde el gobierno de las instituciones públicas, están encaminadas a favorecerlo. Ese es el objetivo de leyes como la del suelo o a la de islas verdes, de los planes de transporte, con disparates como el de los trenes, del plan energético destinado a mantener nuestra dependencia de las energías fósiles, de la política favorable a la construcción de desaladoras como solución a la incesante demanda de agua, o la de concebir nuestros espacios protegidos como parques de atracciones y escenario de deportes de riesgo. Curiosamente, también se favorece por parte de los poderes públicos a este tipo de economía la inexistencia de planes para sectores claves y estratégicos como es el caso de los áridos. Para conseguirlo les sobraba el estado de derecho; para ellos, el fin justifica los medios aunque sean ilegales y si no, se cambia la legalidad como ocurrió con el catálogo de especies protegidas de Canarias.

El presidente del Cabildo de Fuerteventura, sin el necesario aval científico, afirma que hay que reducir la población de los cuervos (una especie en peligro de extinción en la mayoría de las islas) por el daño que causan a la agricultura y a la ganadería de la isla. Un disparate de este calibre solo se entiende desde la ignorancia y de una praxis política ajena a la conservación del patrimonio natural y, en concreto a uno de sus valores esenciales: su biodiversidad. En Tenerife, el pluriempleado consejero de Medio Ambiente del Cabildo, presidente del Patronato de Espacios Protegidos de Tenerife y del Consejo Rector de la Reserva de la Biosfera de Anaga, cree que este espacio protegido es el lugar adecuado para realizar actividades que ni tienen que ver con la conservación de este espacio ni aportan nada a su mejora; por el contrario, conllevan su progresiva conversión en un espacio lúdico a costa de sacrificar su bioversidad y de poner en peligro sus paisajes. La autorización de rodajes de películas en zonas de especial protección, carreras de coches o deportes extremos, ocasiona graves impactos. Está anunciada una nueva prueba automovilística en el Monte de Las Mercedes, Ayuntamiento de La Laguna, sin que que la consejería haya dado su preceptiva autorización, Que no se haya dado la autorización no ha impedido que las instituciones y los organizadores den por hecho que la carrera de coches en Las Mercedes se hará y ya han hecho público el horario de evento automovilístico. Pero la Consejería informó a Atan el día 24 de agosto que aún no había remitido la Guardia Civil su informe a la de Carreteras, que a su vez tenía que enviar todo el expediente a la de Medio Ambiente. El funcionario que atendió la llamada de Atan no podía explicar por qué tanta demora en la tramitación ni porque este asunto no fue tratado en los últimos patronatos y consejos cuando la solicitud de los organizadores ya había tenido entrada en la administración. Todavía recuerdo que el único argumento que utilizó el entonces consejero de Medio Ambiente para apoyar autorización de una etapa del Camel Trophy en Las Cañadas fue que la publicidad del evento atraería más visitantes a la isla. Afortunadamente el Patronato del parque no dio su autorización. Esta manera de actuar ejemplifica que estos gobernantes supeditan la conservación del patrimonio al crecimiento económico aunque esto suponga su degradación y, sobre todo, comprometa su futuro, el de las nuevas generaciones. Una carrera de coches en una reserva tan sensible como la de Anaga es una burla de los valores que quiere promover la distinción de la Unesco. Esta manera de actuar, totalmente contraria al normal funcionamiento del estado de derecho es, desgraciadamente, la manera habitual de quienes gobiernan en instituciones como la del Cabildo de Tenerife o el Ayuntamiento de La Laguna, ellos pasan, como hicieron en los “hoyos” de Güímar. ¡Qué importa una raya más para un tigre! Además, ¿no aumenta eso el PIB y hace más ricos a unos pocos? De eso se trata.

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