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Desfachatez europea con los refugiados sirios
Mientras escribo este artículo, decenas de miles de sirios huyen hacia Turquía, Líbano y Jordania, para escapar del genocidio a que están siendo sometidos en la guerra civil en su territorio (e internacionalizada con los apoyos encontrados de las grandes potencias). Son obligadas estas desgarradoras migraciones, que desde hace más de un año se están produciendo en Oriente Medio, por el cruel e implacable belicismo de la ira humana, que no respeta nada ni a nadie. El odio intrínseco del ser humano fluye de nuevo a las vísceras de la sinrazón y se manifiesta por causar daño, muerte y terror a los demás, a diestro y siniestro.
En esta huída, tratan de salvar, simplemente, su don más preciado y el de su familia: la vida. Ya han dejado atrás gran parte de sus duras existencias de adultos, encauzadas en sus profesiones; su entrañable terruño natal, gran parte de sus parientes, su cultura ancestral, etc. Muchas de esas familias exiliadas, solo piensan en que sus hijos no perezcan ante la barbarie desatada por tanta ensombrecida furia irracional de esta fratricida guerra de ideologías religiosas y brutales dictaduras. Hechos que se repiten, una y otra vez, en la historia de la Humanidad.
Ante este desesperado éxodo de tantas familias sirias, se topan con la mercantilista e insensible Europa, celosa de sus fronteras y acomodos en la vida. Nada les importa el dolor y el desgarro emocional de todas estas gentes de paz, ajenas a esta guerra. Los deshumanizados europeos, que también han vivido semejantes atrocidades durante las dos guerras mundiales, y otras civiles, en cada país que la integran. Saben, y olvidan, la expatriación de las sufridas gentes por sus poblaciones europeas.
La UE infringe la ley de la ONU con los refugiados, la llamada Convención de Ginebra, firmada por toda Europa después de la Segunda Guerra Mundial, el 28 de julio de 1951, que dice en su primer artículo: “Una persona que, debido a un miedo fundado de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, membresía de un grupo social o de opinión política en particular, se encuentra fuera de su país de nacimiento y es incapaz, o, debido a tal miedo, no está dispuesto a servirse de la protección de aquel país; o de quien, por no tener nacionalidad y estar fuera del país de su antigua residencia habitual como resultado de tales eventos, es incapaz, debido a tal miedo, de estar dispuesto a volver a éste”.
Aún así, bajo esta incomprensible actitud europea, los abnegados refugiados sirios continúan con su caminar: exhaustos, ateridos de frío, hambrientos, con las neuronas de sus mentes obnubiladas ante el horror que sufren; y a ninguna parte. Solo desean que no maten a sus hijos y no morir bajo las garras del odio, del cainismo por la demencia de tantos desalmados.
En este muy triste panorama de muertes infantiles, en los que sus débiles cuerpecitos no soportan tantos y tan duros trayectos —y de mayores también—, Bruselas y todas las naciones europeas que integran la UE, solo tienen como soluciones las descorazonadas y estériles reuniones para intentar acoger y amparar a un número determinado de refugiados. No toman urgentes decisiones que alivien y protejan a estas sufridas gentes. La inhóspita y despiadada burocracia que aplican, es sólo para aherrojar sus fronteras (incluso con las criminales concertinas), para que no les hurten su cálido estatus y placentera vida de consumo enfermizo.
Siento sonrojo de la actitud desvergonzada de mi país y de Europa, por el desprecio e indiferencia por esta sufrida migración. Emigración de refugiados de guerra, que no ha sido por su propia voluntad. La descarada falta de solidaridad de la Unión Europea, con este padecer de tantas gentes, especialmente niños menores, acordó en esta crisis humanitaria, entregar el pasado 23 de septiembre material para las necesidades primarias, con objeto de solventar esta primera estancia en Europa. Las ONG han pedido, y mínimamente se les ha otorgado. De las 414.600 mantas solicitadas, sólo remitieron 133.200; de los 304.000 chubasqueros, sólo expidieron 72.000; de los 132.000 kits de primeros auxilios, únicamente enviaron 2.000.
En recientes días pasados, se reunieron en Londres 60 países, a instancias de la ONU, y han acordado donar 9.000 millones de euros (con una mínima donación de España), para entregárselos a los países fronterizos, en ayudas a los millones de refugiados que esperan en condiciones infrahumanas, el final del belicismo. Pero sobremanera, para que no lleguen a Europa.
Nuestro país, tan solidario como se ha mostrado siempre en muchas solidarias urgencias humanitarias, se ha encontrado con un gobierno del PP, que una vez más, es insensible al dolor de tantas gentes. A sabiendas de que hace unos pocos años también se sufrió en nuestro país una cruel guerra civil y millares de desplazados refugiados (que también fueron maltratados por Europa). Muy a pesar de determinados mandatarios de este Ejecutivo, que prefieren seguir con los fariseos golpes de pecho y a sus sectarismos opusianos, que calmar el dolor de los inermes semejantes.
A la hipotermia que padecen por las nevadas y el intenso frío, que son otras más de las amenazas que sufren estos refugiados por el crudo invierno de Europa, se suma las largas caminatas para ser auxiliados. Produce grima ver a tantos menores cogidos en brazos por sus madres o caminando por la nieve y con intensas ventiscas, en su transitar hacia otros países de acogida, si tienen esa suerte. Mientras perviven en tiendas de fríos plásticos, escasos de alimentos, mantas y vestidos.
Después de haber padecido las crueles mafias en cruzar el Mediterráneo. Se une además, para mayor y esperpéntico padecer, el que algunos países de Europa, les requisan los muy pocos bienes que consigo traen. Una ignominia. El resto de sus pertenecías fueron malvendidas o abandonadas para emprender la huída en la agonizante aventura, de nuevas gentes y tierras extrañas. Y la dureza policial.
A las muertes en esta dura travesía por mar y a pie, alarman las ONG, sobre la desaparición de 10.000 niños que viajaban solos, según los informes de la Europol, enviados por sus padres al encuentro de una vida sin belicismos criminales. Cuasi la mitad de un total de 26.000 niños y niñas registrados, que han dejado marchar sus familias. La patética aventura de estos niños, y el desespero de sus padres, de nada les han servido. Solo de perenne tristeza e impotencia. Los buitres ‘humanos’ siempre están al acecho de la carroña, no entienden de humanidad ni son sensibles ante esta dolorosa crisis humanitaria.
La llegada de tantos miles de refugiados llamando a la compasiva protección en las puertas de la UE, ha tropezado, para mayor tribulación en su congoja, con el despertar de su letargo —que siempre está expectante— y avivado, las febriles pasiones del odio de la xenofobia de las ultraderechas europeas. Les azuzan, aún más, con su violencia y desprecio, a pesar de la penuria de estas gentes que huyen de la violencia gratuita, de los turbados credos y miserias humanas.
En este asunto, no menor ni pasajero, advierten los sindicatos españoles CCOO y UGT a Bruselas, de este auge de los extremismos en las soflamas xenófobas por la llegada de estos emigrados forzosos y que puede que “Europa está abocada a la destrucción”.
Deduzco que todos estos refugiados volverán a su tierra natal, una vez que acabe esta pesadilla de muerte, horror y destrucción. Que no desesperen los gélidos e insensibles burócratas europeos ni los carroñeros de ultraderecha, que se tildan de raza única e inigualable en su ombliguismo. Solo hay que tener con estos refugiados, conmiseración y todo el cariño que se merecen como sufridos seres humanos, quienes padecen una brutal guerra y la pérdida de sus seres queridos.
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