Espacio de opinión de Canarias Ahora
El poeta Domingo Rivero se internacionaliza
El Museo Poeta Domingo Rivero, que acoge la obra poética de este creador del Parnaso, ha tenido la magna idea de traducir los poemas del vate modernista grancanario al idioma inglés. Por ello, su obra literaria se internacionaliza y adquiere una dimensión más universal en su literatura poética. La idea nacida de su presidente y director José Rivero ha sido materializada digitalmente (y lo será impresa prontamente). De manera, que también hay que congratularse, porque cualquier interesado puede bajar el libro digitalizado desde las web del Museo, de forma absolutamente gratuita.
Esta doble gratitud: de un lado leer en inglés los versos del trovador para los extranjeros que hablen y lean en la lengua de Shakespeare; y de otro, que este libro, denominado The poet. Fifteen poems by Domingo Rivero, sea leído o impreso libremente por los amantes de la poesía, sin que les cueste un céntimo dicha bajada de la red. Máxime es el agradecimiento, en estos aciagos tiempos que corren, tan perversos económicamente para todos. El número de poemas traducidos del ilustrado maestro ha sido de quince, como se enuncia en el subtítulo de esta bilingüe obra.
En el interior de sus páginas se escriben los dos idiomas en cada uno de los poemas y en cada página confrontada, o sea, en bilingüe: tanto en la lengua cervantina, que fue el idioma en el que concibió y escribió Domingo Rivero sus poemas; como en el inglés, lengua versificada actualmente por esa iniciativa. La traducción ha sido llevada a cabo por el meritorio trabajo de la profesora María del Mar Santana. Tarea ardua en el acierto de aplicar los vocablos exactos y correctos en la traslación al idioma inglés, entre la letra original y la interpretación inglesada, con el mismo significado dado por el hijo del postmodernismo poético, en sus creaciones literarias en la lengua española.
El volumen cuidadosamente lo han estructurado en los siguientes apartados: la cubierta se ilustra con la foto del joven galante Rivero, y sobreimpresionado el afamado poema, por él manuscrito, que le llevó a ser laureado en la literatura poética hispana: “Yo, a mi cuerpo”; la biografía del poeta; un prólogo en texto alusivo a la traducción por parte de María del Mar; un texto del muy destacado intelectual grancanario Claudio de la Torre –personaje no suficientemente valorado en su tierra e isla natal–, quien con su magistral pluma y talento insertó este artículo en el rotativo Diario de Las Palmas; “Domingo Rivero” el día 14 de agosto de 1954; los quince poemas bilingües de Rivero; un Apéndice, en el que figura el poema “El Soldado”, de Rupert Brooke, que tradujera del inglés el mismo poeta Rivero; un anexo, con carta manuscrita dirigida a Fernando Rivero –su hijo, que se encontraba en Inglaterra–, en la que hace memoria de los amigos recién fallecidos: Agustín Millares y Alonso Quesada. Y en la contracubierta, otro texto de la traductora.
El poeta Domingo Rivero es uno de los destacados poetas modernistas de Canarias, junto a Tomás Morales, Saulo Torón y Alonso Quesada, y otros poetas nacidos en Gran Canaria, y casi todos en la capital isleña. Ambos coetáneos y afectos amigos. Rivero era allegado familiarmente del gran poeta del Atlántico, Tomás Morales (a quien también, por las mismas fechas, el 9 de octubre de 2014, se le ha traducido el poemario, Las Rosas de Hércules, en el mismo idioma inglés, obra cumbre del poeta modernista,). También pariente de Rivero (primo-hermanos) era Francisco González Díaz, periodista y poeta –fue uno de los pioneros del ecologismo y tuvo el pertinaz empeño por proteger nuestra naturaleza, y lograr exitosamente, que se reconociera a nivel nacional el Día del árbol–.
Domingo Rivero nació en Arucas (1852), se educó en primaria y bachiller en el colegio San Agustín (donde habían estudiado los prestigiosos intelectuales de la isla: Benito Pérez Galdós, Fernando León y Castillo, y su hermano Juan, Tomás Morales, Fernando Inglott, Néstor Martín Fernández de la Torre, José y su hermano Rafael Mesa y López (escritor y último secretario de Pérez Galdós). Continuó con sus estudios durante tres años, en la universidad pública Univerty College London. Y posteriormente estudió en Sevilla y Madrid, la carrera de Derecho. Se afincó definitivamente en su terruño natal.
Los poemas de cuidada métrica y rima en sus estrofas, y con la esdrújula como bastión retórico de Rivero, no se conocieron durante su proceso elaborativo, por su aprensión, decía, “a las erratas de imprenta”; y por ser pulcro y muy exigente con sus creaciones literarias. Mas, en su propósito, quiso hacer una poesía intimista, solo para su deleite literario personal, que para ser compartida por el público. Gracias a su hijo Juan, se pudo rescatar estas joyas literarias poéticas. Y ahora, en estoica vigilia hace esta labor desinteresada su nieto Pepe Rivero, en este encomiable emporio cultural Mueso por él fundado.
Conoció el poeta a Unamuno, cuando el humanista vino a Las Palmas de Gran Canaria, invitado por Domingo Doreste (que fue alumno suyo en Salamanca), a presidir los Juegos Florales en el teatro Pérez Galdós, en 1910. Rivero le agasajó con su amistad y admiración en su casa rural de Los Hoyos. Y cuando don Miguel hizo escala en el puerto de Las Palmas, en 1924, en autoritaria singladura hacia el exilio de Fuerteventura, acudió Rivero junto a Alonso Quesada, para congraciarse y saludar al audaz filósofo que retó a la dictadura de Primo de Rivera, contra sus desmanes y desacertada política. Ofrendó Domingo Rivero un poema a Unamuno, con el título En El Monte.
Muy pocos serían los epítetos, que se puedan aplicar en gratitud a la altruista actividad cultural que está poniendo en práctica cada día, el Museo Poeta Domingo Rivero. Es un ejemplo de amor por la cultura, sin intereses dinerarios ni políticos en sus actuaciones. Todo el que allí acude con una propuesta cultural –con cierta calidad en su proyecto–, es muy bien acogido y le facilita sus instalaciones. Todas las jornadas laborables nos ofrecen dicho Museo una dinámica variedad cultural.
Dirigido por la batuta y el buen ánimo de Pepe Rivero, que con esta loable acción le rinde pleitesía al insigne vate y amado abuelo. Cumple con esta prestación cultural uno de los deseos que tenía el poeta: amparar a los creadores artísticos y la cultura. Y no menos favor le debe nuestra ciudad a este benefactor Museo, en programar la ansiada cultura para tantas gentes y variadas necesidades, ante las depauperadas ofertas culturales oficiales, y cuando no, de vergonzosa selectiva, en peregrinos criterios por los funcionarios eventuales.
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