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Entusiasmo pro soriano

José A. Alemán / José A. Alemán

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No dudo de que el entusiasmo de Grisaleña sea sincero. Ni siquiera lo culpo de haberse contagiado de soriasis. Pero no ocultaré que es justamente esa sinceridad suya lo preocupante por lo que parece haberle afectado la memoria. Como dirigente empresarial es partidario, creo, del rigor y la austeridad en la gestión del gasto público e imagino que habrá acogido con agrado su fiscalización previa, la que prometió Rajoy en la sesión de investidura. Sin embargo, llega a la cuasi apología del personaje que, como consejero de Economía y Hacienda, eliminó los mecanismos fiscalizadores que había ya en Canarias.

Podría pasar por alto la contradicción si no fuera porque aquella medida de Soria, que Paulino aceptó con entusiasmo, tuvo consecuencias en áreas canarias relacionadas con su ministerio. Pongo el caso de los disparates y algo más de Rita Martín en su etapa de consejera de Turismo a título de promoción y dos piedras. Recuerdo, por cierto, cuanto rajaban de su ineptitud gente del sector que aplauden la entrada en el Gobierno central de quien la mantuvo, toleró y apopó sus derroches en la seguridad de que nadie le pediría cuentas: la soriasis ha resultado más virulenta de lo que creía porque ¿hace falta recordar el episodio de la revista Época y el GAL costeado por ella? ¿O al oso polar entre plataneras? ¿O el bloqueo al plan de recuperación del Sur turístico grancanario consentido, si no ordenado, por Soria? ¿O la propaganda del destino Canarias en medios isleños de buena voluntad?

En cuanto a la energía, temo que trate de hacernos tragar el gas con la bandera y se vayan la porra las fuentes convencionales. Las actitudes de Soria mientras estuvo entre nosotros a plena jornada no indican otra cosa. No sólo puso siempre el gas por delante sino que él, su hermanísimo y demás personas piadosas urdieron la enredina que retrasó el desarrollo de la energía eólica y no espere nadie que su natural vengativo renuncie a gratificarse poniéndole la proa a Francisca Luengo que, me dicen, encontró la manera de desenmarañar lo enmarañado por el flamante ministro. A lo que añado el proyecto hidráulico de Chira y Soria (la presa, aclaro, que resulta no ser Luzardo) abandonado en un cajón durante su presidencia del Cabildo grancanario.

No espero que Soria cambie en estos dos asuntos. Salvo, claro, que lo obliguen desde el propio Gobierno, si Endesa está de verdad por la hidroléctrica. Alguien me dijo que tranquilo, que Rajoy conoce bien las islas, pero esa esperanza, alentada por el detalle de quedarse con Soria, la frustró enseguida al colocarlo donde mejor puede hacernos la puñeta. O sea, que no conoce tanto las islas, excepción hecha de las panzadas de aguacates.

Debió Grisaleña reflexionar antes de tirar voladores. No para llegar a las mismas conclusiones que yo, que cada cual es quien cuyo, sino para atemperar su entusiasmo. El riesgo es propio del desempeño empresarial pero conviene acompañarlo de cierto grado de razonable prudencia.

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