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Espoo Ciné

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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La conclusión es que, cuando acepto un compromiso profesional, no lo hago pensando en los inconvenientes que éste me pudiera acarrear sino en las ventajas finales. Todo esto no quiere decir que, algunas veces, el disfrute profesional sea mayor, dadas las circunstancias en las que la actividad profesional se desarrolla. Y este es, precisamente, el caso del Festival Internacional de cine de Espoo, localidad finlandesa en la que se celebra el evento. Espoo Ciné es un festival con una larga tradición dentro de los circuitos de festivales del género fantástico europeo –el pasado año se entregaron los premios Mélies de oro, al mejor corto y largometraje de género fantástico en el festival- a la vez que entre los aficionados al séptimo arte residentes en este país. Por sus pantallas suelen pasar algunos de los mejores ejemplos del género fantástico cinematográfico así como de otros géneros, en las diez secciones en las que se divide su programación. En los seis días que dura el encuentro hay tiempo para disfrutar con un amplio mosaico de títulos llegados desde los más recónditos lugares del mundo, incluyendo nuestro país. Sin embargo, Espoo Ciné se diferencia de otros festivales en el “tempo” vital que marca el ritmo de todos los que trabajamos allí. Da la sensación de que las prisas y los agobios propios de encuentros cinematográficos de esta categoría se toman un descanso cuando Espoo Ciné. Para empezar, el festival está concentrado en el centro cultural de Tapiola, centro neurálgico del evento y lugar donde pasas la mayoría del tiempo. Cuando tienes que salir sólo hay que andar unos minutos hasta la tercera sala donde se proyectan las películas de la programación –Kino Tapiola-, un cine de los que ya casi no quedan en nuestra geografía dotado de todos los requerimientos técnicos necesarios para un buen disfrute de las películas, pero sin perder el sabor a sala “de las de antes”. Perdonen si suena romántico, pero a veces cansa la manía que se tiene, en nuestro país, de sepultar todo aquello que parece estar “pasado de moda” bajo toneladas de cemento para continuar, según proclaman, con el rápido avance del progreso. Muchas salas de cine han desaparecido sólo por el mero interés especulativo de construir casas y más casas, muchas de las cuales han resultado ser tremendo fiasco. Pero lo que importa es el ladrillo y no la cultura de las personas. Y así nos va en muchos aspectos. El caso es que, a la tremenda ventaja que supone no tener que estar corriendo de un lado para otro como ocurre en otros festivales a los que asisto, hay que sumarle un detalle muy importante. Espoo Ciné es un festival enfocado hacia las personas y no hacia el autobombo de una determinada institución, ideología o similar. Está claro que sus organizadores y patrocinadores -entre ellos el canal 4 Nelonen de la televisión finlandesa y la poderosa mensajería DHL- quieren sacar el mayor rédito posible, pero, dejando a un lado los anuncios, carteles y demás material promocional que se pueden ver en la sede del evento, está claro que saben mantenerse en un discreto segundo plano. Nadie duda sobre quien posibilita que el festival se desarrolle cada año, y además me parece totalmente justo. Lo que no suele ocurrir son los codazos que muchas instituciones y/ o personajes se suelen dar para salir en la foto de rigor, en medio de un evento de estas características. De paso nos ahorramos la búsqueda de los mal llamados “taponazos” mediáticos, tan del gusto de muchos responsables de prensa que, a la postre, sólo sirven para las siguientes dos cosas: para que un medio generalista monte un lamentable espectáculo con un invitado, y para que el resultado final sea que la persona que lo sufra piense que el resto de los profesionales allí reunidos son/ somos de la misma calaña. Por la búsqueda del “glamour” he visto cometer demasiadas locuras y ninguna buena. En Espoo Ciné no hay alfombras, ni rojas, ni verdes, ni de ningún color. Uno puede estar viendo una película al lado de una actriz, la cual aparece en la pantalla en esos momentos, y no ocurre nada. Lo importante es el contenido de la programación y las personas a las que va destinado dicho contenido. Este año hemos tenido la oportunidad de disfrutar con estrenos de películas tan aclamadas como A mighty heart, del director Michael Winterbottom y protagonizada por Angelina Jolie; Paranoic Park, de Gus Van Sant; Becoming Jane, protagonizada por Anne Hathaway; Half Nelson, película que valió una nominación al Oscar al actor Ryan Gosling; Ratatouille, la mejor película de animación de la década –con permiso de Iron Giant o Spirit-; y 28 semanas despúes, dirigida por Juan Carlos Fresnadillo. No obstante, en Espoo Ciné también hemos tenido tiempo para deleitarnos con documentales tan interesantes como Annie Leibowitz: life through a lense, el cual narra la vida de una de las mejores fotógrafas de toda la historia; o The 11th hour, producido y narrado por un Leonardo DiCaprio empeñado en defender la supervivencia de nuestro maltratado planeta Tierra con todos los medios a sus alcance. El cine de temática homosexual, como viene siendo habitual en la sección Pink Zone, también cuenta con una nutrida representación, de la que destacaría dos títulos: Sonja, producción alemana dirigida por la directora finlandesa Kirsi Marie Liimatainen y The picture of Dorian Grey, actualización del clásico escrito por Oscar Wilde.De todas maneras, la sección que cosechó mejores críticas, más expectación y llenos en todas sus proyecciones fue… El mundo español. Sí señor, por mucho que les pueda sorprender el cine de habla hispana es una de las estrellas indiscutibles del festival –y desde hace varios años-. Películas como El camino de los ingleses, segundo largo del actor Antonio Banderas; Azul oscuro, casi negro, de Daniel Sánchez Arévalo; Lo que sé de Lola, de Javier Rebollo; Villa tranquila, película argentina del director español Jesús Mora; o The Abandoned, inquietante producción fantástica del director catalán Nacho Cerdá, agotaron las localidades y se convirtieron en las verdaderas protagonistas del encuentro. Salvador Dalí y su genio creativo formaron parte del programa del festival con un repaso a obras tan emblemáticas como El perro andaluz, película realizada junto con Luis Buñuel, y el magnífico corto de animación Destino, donde el talento de Salvador Dalí se unió con el de Walt Disney para crear una verdadera obra maestra. Termino con la sección dedicada al cine de Finlandia, donde se pudieron ver películas tan recomendables como Jade Warrior, película que reúne el cine de artes marciales y la mitología propia de Finlandia –el Kalévala-; el ciclo dedicado al director Klaus Harö, toda una personalidad por la calidad de sus películas; y The year of the wolf, cinta protagonizada por Krista Kosonen, una de las actrices de mayor proyección en la actualidad y que bordea temas como las relaciones humanas y una enfermedad como la epilepsia, junto con algunas gotas de cine de género. Para la última jornada el festival reservó la última película del actor francés Christophe Lambert, Le lièvre de Vatanen, la cual está basada en una novela del escritor finlandés Arto Paasilinna. El momento de la presentación, con el escritor y el director de la cinta –Marc Riviere- fue, como no podía ser de otra manera, relajado, intenso y cargado de cierta emotividad. Espoo Ciné es un festival que se disfruta del igual modo que de una taza de té en una fría tarde de invierno, sin prisas y sin agobios. Cada cosa parece estar en su sitio y tal sensación ayuda a que uno pueda cumplir con sus obligaciones sin mayores sobresaltos. Puede que la receta sea no querer aparentar lo que no se tiene, ni buscar el protagonismo en acciones vanas e insustanciales. Aún así, me temo que el ejemplo de este festival es sólo aplicable a estas latitudes. Por nuestra geografía todavía nos pierde “la charanga y pandereta” que Antonio Machado comentó hace ya muchas décadas. De todas maneras, si el próximo agosto no tienen a dónde ir, Espoo Ciné es una buena opción, se los puedo asegurar.

Eduardo Serradilla Sanchis

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