Falta de ignorancia

El episodio me cogió de viaje y no pude ocuparme de él. Lo hago, ya de regreso, por lo que tiene de ligereza pepera y de muestra del entusiasmo paulinés a favor de la política desestabilizadora de Rajoy.

No conozco aún el ensayo, escrito por cuatro profesores de Filosofía, pero dicen, para mayor horror, que es de inspiración marxista nada menos. Entre las falsedades advertidas por Brito figura que aquí, según los autores, se destruían toneladas y toneladas de plátanos y tomates; no debieron tirarlas todas porque la consejera pisó alguna cáscara para darse semejante talegazo.

Una falta de ignorancia de la consejera. Porque es cierto que tirar por acantilados y barrancos los excedentes no fue práctica extraña a la estrategia exportadora isleña para evitar la caída de los precios. No faltan testigos y testimonios periodísticos. Y digo “falta de ignorancia” no como carencia de ella sino dándole a la expresión su genuino sentido jurídico-penal de falta que, en este caso, casi alcanza el grado superior de delito de eso, de ignorancia. Una aclaración que hago requemado, oye, porque Dunia Torres me madrugó en La Provincia titulando alevosamente como tal falta de ignorancia el patinazo de la consejera. Por eso, porque aprovechó mi ausencia, procedo a fusilarla malamente.

Brito puede ser, pues, una eficiente prolongadora en el tiempo del fracaso, ya clamoroso, de la política educativa del Gobierno canario. No se puede enseñar al que no sabe si no se sabe, no sé si me entienden.

Cambiando de tercio, diréles que la misma Australia reprochó a los psocialistas que apoyaran primero la reforma del Estatuto y luego se pusieran en contra. En esto no se equivoca la diputada antípoda porque es verdad. Aunque no toda la verdad ya que el PP hizo exactamente el recorrido contrario: primero combatió la reforma (por inconstitucional, nacionalsocialista y rompedora de España), para ponerse a favor cuando nombraron al macho Soria vicepresidente. Vaya lo uno por lo otro, que bobos no somos.