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Los invasores no llegaron

Juan García Luján / Juan García Luján

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Esta vez hemos tenido suerte y Leide Fall y sus 56 soldados no lograron su objetivo y no han podido invadirnos. Alguien los engañó. Les vendió una garrafa de gasolina, que dentro tenía agua. Por eso el navío guerrero se paró en alta mar. El sol, el hambre y el frío hicieron el resto. Los invasores fueron cayendo como moscas, no hubo necesidad de atacarlos con nuestros cañones. Cuando quedaba poca comida y mucho viaje, los soldados comenzaron a pelearse entre ellos. Algunos aprovecharon que sus compañeros dormían para tirarlos al mar. Otros murieron deshidratados y otros se suicidaron porque no soportaban el dolor del hambre.

Un barco pesquero se encontró en alta mar con el navío de los invasores. Vieron una mano negra y delgada que se movía en medio de siete cadáveres inflados y quemados por el sol. El capitán del barco dice que era una escena “dantesca”, una mano que se movía en medio de siete muertos que desprendían un olor insoportable. Rescataron a Leidi Fall y los siete cadáveres y los entregaron al buque Esperanza del Mar.

Creo que debemos estar todos contentos. Los invasores no llegaron a su destino. Las listas de espera tienen 57 negros menos ocupando puestos. Las listas del paro tampoco se incrementarán en 57 personas que al fin y al cabo no son europeos y por tanto no tiene sentido que formen parte de nuestras cifras oficiales. Los jueces no tendrán que perder el tiempo en tramitar sus expulsiones. Los invasores no podrán hacer hijos aquí, y por tanto, no se incrementará la saturación de nuestras escuelas. Además, si alguno era menor de edad, no tendremos un nuevo menor más en los centros que tenemos que pagar los canarios porque Zapatero no quiere repartirlos por España, porque no considera este tema como un problema de Estado.

Esta vez todo salió bien. Dios estuvo de nuestra parte. Los invasores no lograron su objetivo. Por eso no hay ninguna polémica política por este asunto. Por eso no se creará una comisión de investigación sobre estos desaparecidos en el Parlamento canario.

Pero no debemos bajar la guardia. Las playas de Nuadibú son tan bellas y grandes como las de Fuerteventura, pero sobre su arena en lugar de hoteles y apartamentos hay cayucos que ya nadie usa para pescar, porque los japoneses, los chinos, los norteamericanos y los europeos son dueños del mar, la tierra y el subsuelo de África. Pero no caigamos en la trampa, no veamos esos cayucos como los barcos donde se montan los desesperados de la tierra, huyendo de una tierra rica en recursos naturales que explotan las empresas de otros continentes. El dinero del petróleo, de los diamantes y de la pesca africana está en las cuentas corrientes de los bancos europeos y occidentales. Que venga ese dinero, que muchas veces es dinero negro. Pero que no vengan los negros que no acceden a sus recursos naturales. El profesor congoleño Mbuji Kabunda dice que un africano es un muerto de hambre sobre una mina de oro. Pero este mensaje no nos interesa, al fin y al cabo Kabunda no deja de ser un negro y por tanto no es imparcial.

Pero olvidemos todos estos datos. Repitamos que no queremos que nos invadan más. No hablemos de cayucos con hambrientos. Debemos decir que son invasores que vienen en navíos guerreros. Como decía una resolución del Parlamento canario, digamos que “son ilegales que la Armada debe devolver a sus países de origen”. Tenemos que repetir este mensaje en todos los rincones donde podamos. Y celebremos que esta vez 56 invasores han sido devorados por el mar y que el único superviviente, Leidi Fall ya está detenido después de salir del hospital. Que caiga sobre él todo el peso de la ley. Porque en Canarias no podemos dormir tranquilos mientras sepamos que a lo mejor, esta noche, en una playa de Nuadibú hay otros cincuenta negros montándose en un navío guerrero para volver a intentarlo.

Juan García Luján

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