Jueves polémico

Al margen de que la decisión del Ejecutivo regional sea puramente anecdótica (se trata de eliminar una festividad cualquiera, y se ha elegido ésa, para celebrar el 30 de mayo, día de la Comunidad), ya va siendo necesario plantearse, desde el propio Gobierno de la nación, la necesidad de corregir, en base a criterios racionales, el calendario de fiestas laborales de este país, que debe ser, sin duda alguna, el más generoso de Europa. La cantidad de fiestas y de puentes de que gozamos los españolitos es, económicamente, demencial (existen otros sectores, además del turístico, en los que también conviene pensar). El hecho, además, de que la mayoría de esas jornadas de asueto, rojas en el almanaque, tengan un carácter exclusivamente religioso –como es el caso del polémico jueves- carece de sentido alguno en un Estado aconfesional. Otra cosa es que, aunque muchísima gente se declare atea, agnóstica o no practicante, no haya nadie dispuesto a prescindir de la bicoca de un día sin curro o de una cadena de fechas en las que se pueda holgazanear, sin dar un puñetero palo al agua. Todo esto no es serio. El turismo interior debería fomentarse no solamente en determinadas y pequeñas temporadas –navidades, semana santa, etcétera-, sino que tendría que ser una posibilidad atractiva durante todo el año, para lo cual los hoteleros deberían tratarnos con un poco más de mimo al aplicarnos los precios, y los transportes interinsulares tendrían que ser mucho más baratos. Si volar a Londres, un suponer, cuesta menos que viajar desde Tenerife a Fuerteventura o viceversa, la elección del personal insular parece lógica: vamos a conocer la capital del Reino Unido. ¿O no? Había, hace mucho, tres jueves que relucían más que el sol: corpus christi, jueves santo y el día de la ascensión. Eran los tiempos de aquella España una, grande, libre, católica, apostólica y romana. Déjense de coñas.

José H. Chela