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Los límites del crecimiento

Antonio Morales Méndez / Antonio Morales Méndez

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Empiezo este artículo documentando el título con que lo he encabezado para trasladarles mi preocupación sobre el peligroso desarrollismo dominante que sigue impregnando una parte importante del pensamiento mediático, empresarial y político en Canarias. Y digo esto porque, cada vez que se alzan voces cuestionando cualquier proyecto donde el hormigón se convierte en protagonista, arrecian andanadas de todo tipo poniendo en solfa al que osa plantear tamaña blasfemia. Se trata de un asunto peligrosamente recurrente que no consigue sino empobrecer el debate, condicionar nuestro modelo de futuro y mediatizar, desde el miedo y la incertidumbre, el sentir colectivo. Como si no existiesen alternativas. Como si la mediocridad instalada no nos estuviese sometiendo a las cifras más altas de pobreza, de endeudamiento, de paro, de fracaso escolar, de quiebra en los servicios públicos, de dependencia del sistema productivo?

Efectivamente, se trata de un tema peligrosamente recurrente que consiste en justificar la incapacidad de propiciar cambios estructurales reales que hagan efectivo un nuevo modelo económico y por eso se sigue basando todo en más y más cemento y nada más que cemento, aderezado con los tópicos de siempre de un turismo de calidad, una planificación estratégica y bla, bla, bla. No parece haber más opciones que la de hacer un seguidismo a ultranza del modus operandi y no hay mejor muestra que la escenificación de la reciente conferencia de José Manuel Soria en Madrid en compañía de lo más granado del empresariado local que se trasladó a la capital del reino a escuchar al vicepresidente de la Comunidad española con los peores ratios de la crisis (de los cuales tiene una gran parte de responsabilidad, puesto que esta cogobernándola) explicando como superarla.

Y es que no nos podemos apartar del rebaño, porque corres el riesgo de ser estigmatizado hasta el agotamiento. Si hablas de hacer una apuesta por las renovables, la eficiencia y el ahorro frente a la potenciación de los combustibles fósiles, si planteas un modelo educativo fortalecido y adaptado a una opción de futuro distinta; si defiendes las prestaciones sociales ligadas a una sanidad pública de calidad y a unos servicios sociales que garanticen la igualdad de los más desprotegidos; si peleas por romper la dependencia alimentaria y fortalecer nuestro sector primario; si reivindicas una industria moderna ligada a la investigación, la comunicación y las nuevas tecnologías; si crees en un modelo de desarrollo turístico que respete y ponga en valor nuestro paisaje y nuestra cultura, si defiendes todo esto y pones en cuestión algunos megaproyectos en honor a San Hormigón Armado, entonces es que estás contra el progreso y te niegas a todo o, lo que es peor, se lo estamos poniendo en bandeja a Tenerife. Y si no a Marruecos.

Y es que, de manera sibilina, desde una clase política y empresarial mediocre, nos van imponiendo necesidades, a una sociedad adormecida, sin que nos demos cuenta apenas. Da lo mismo que sea una tercera pista que no se justifica, o una tangencial para ahorrarte cinco minutos en carretera. Da lo mismo. No lo he visto expresado más claro que en una viñeta de J.Morgan en Canarias 7 en la que aparecen dos personajes conversando. Uno de ellos comenta:“las obras del puerto deportivo van a buen ritmo” y el otro, sorprendido, afirma: “sí, el problema es que este municipio no tiene mar?”, a lo que el primero replica: “¿no te estarás volviendo ecologista, verdad??

Hace unas semanas El País publicaba un reportaje formidable, a doble página, que titulaba “Viva la infraestructura (haga falta o no)”. Además de afirmaciones como las de Edelmiro Rúa en las que se dice que “en muchas ocasiones, los políticos crean necesidades ficticias para apuntarse tantos”, priorizando a veces obras más vistosas antes que otras necesarias, la profesora Carme Miralles-Guasch insistía en una mayor racionalidad y en “evaluar la conveniencia de una obra desde un punto de vista económico, social, ambiental y técnico”, algo que por estos lares se obvia muchas veces sin ningún pudor.

Dice José Luis Sampedro que no se trata de ninguna utopía inalcanzable derivar el desarrollismo actual hacia cauces más humanos. A pesar de las advertencias, seguimos fiando nuestro porvenir a un crecimiento perpetuo e ilimitado.

En un territorio tan escaso como el nuestro adquiere toda su dimensión el Índice de Progreso Genuino (IPG), que señala, como advierte Win Dierckxsens, que el crecimiento del PIB tiene costos y beneficios y que determinados desarrollos incontrolados pueden ser altamente antieconómicos. Herman Daly, el gurú de la economía estacionaria, miembro del Departamento de Medio Ambiente del Banco Mundial, nos dice en “La ”manía“ por el crecimiento” que “la orientación del progreso económico debería cambiar del crecimiento cuantitativo al cualitativo e iniciar una etapa de desarrollo sostenible, una economía estable o una ”condición estacionaria“ de la población y el capital”.

Lo que no está nunca de más es el debate y la expresión pública de las ideas. Aunque a algunos les asuste o incomode.

* Alcalde de Agüimes.

Antonio Morales Méndez*

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