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Iconoclastia
Maestro Pepe

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Pepe Alemán (José Agustín Alemán Hernández), recién galardonado con el Premio Canarias de Comunicación, es el maestro de una generación de periodistas en la que me incluyo. Cuando alguien obtiene un premio es un tópico y un cumplido afirmar que ya era hora. En el caso de Pepe no solo hay que decir eso sino además culpar al Gobierno de Canarias por tanto retraso injustificado de varias décadas. 

Conocí a Pepe en 1980, como becario del periódico La Provincia en aquella vieja redacción vintage de la calle Murga. Yo tenía 19 años y estaba ávido por trabajar en una redacción de periódico. Siempre me asombró su capacidad intelectual, que casaba muy bien con su impecable escritura y su peculiar sentido del humor.

Pepe es un periodista íntegro e integral, en el fondo y en la forma. Nadie escribía mejor que él y nadie analizaba mejor que él cualquier tipo de asunto, daba igual que fuera puramente político, económico o social. Incluso deportivo o de sucesos. 

Además de su pluma grácil, brillante e ingeniosa, era capaz de bordar tanto un artículo de opinión como una entrevista, un reportaje o cualquier otro género periodístico que se le pusiera a mano. Y lo hacía prácticamente con la punta de la colilla, los ojos cerrados y el pitillo prensado entre sus labios. 

Hace muchos años José Carlos Mauricio, periodista de formación y político por devoción, me confesaba que Pepe era el alma mater de la revista Sansofé porque era el que los sacaba del atolladero al ser capaz de escribir artículos en un santiamén sin aparentar esfuerzo alguno. Era el único imprescindible. 

Mauricio me hizo esa confidencia en la segunda etapa de la revista, dirigida en esta ocasión por el amigo y hermano profesional Carlos Sosa, que tuvo el gran acierto de recuperar e incorporar como articulista en Canarias Ahora a Pepe cuando este, adaptándose a los nuevos tiempos, cambió los periódicos de papel por el primer digital de Canarias. Pepe también fue maestro suyo porque los dos participaron activamente en la redacción inaugural de Canarias 7, a la que también tuve el honor de pertenecer. Años inolvidables. 

Las fuentes de Pepe estaban en la calle y por eso pasaba más tiempo en ella que en la redacción del periódico. Su profunda timidez e introversión le impidieron cruzar el charco y completar un currículo aún mayor como periodista y escritor. Seguramente si hubiese trabajado en Madrid o en Barcelona, hoy habría sido reconocido como un Vázquez Montalbán isleño. 

Me consta que la isla se le quedaba chica y que a punto estuvo de dar el salto geográfico y profesional pero al final le pudo el terruño y se quedó aquí a mejor gloria nuestra para deleitearnos cada día con su columna 'A modo de ver y manera' en los dos rotativos grancanarios sucesiva y alternadamente. España perdió un gran periodista y escritor pero Canarias lo ganó con su decisión final, por lo cual le estamos profunda, egoísta y eternamente agradecidos. 

Pocos años después, tras terminar tercero de periodismo en Madrid, volví a coincidir con él en 1982 en la salida a la calle del periódico Canarias 7, dirigido por Juan Francisco Sardaña Fabiani, que en paz descanse. Sardaña, que en una época anterior dirigió el periódico La Provincia, apostó firme por Pepe Alemán para ocupar la jefatura de redacción. Y ahí se juntaban la pericia de Sardaña con la cabeza amueblada y coñona de Pepe, a la que le cabía no solo la isla sino la comunidad autónoma entera.

Recuerdo cómo un día se cabreó porque en la redacción de novatos, principiantes e inexpertos no conseguíamos exclusivas y él mismo, para demostrarnos lo fácil que era, se fue una mañana de visita al Edificio de Usos Múltiples y logró varias primicias de unas cuantas consejerías. Por cierto, alguien debería hablar con los responsables de Google porque si pones su nombre en el buscador te sale una tienda de frutas y verduras de un tal Pepe Alemán en Agüimes, que por cierto está cerrada temporalmente. No lo veo de verdulero ni de frutero a estas alturas de su vida.

En aquella época tuvo que lidiar con un grupo de veinteañeros que queríamos comernos el mundo cuando aún no teníamos dientes para comernos un bocadillo de picadillo en la tienda de Juanito. Pepe Alemán (Pepalemán, como lo bautizó Antonio Puente en una entrevista que le hizo a principios de los 80) tuvo la paciencia de aguantarnos y enseñarnos lo bueno y lo malo de este oficio, que si no es el mejor del mundo sí es el más antiguo junto a la prostitución.

 Ya solo por aguantarnos nuestras niñadas, Pepe merecía ser condecorado en aquella época. Pero han tenido que pasar nada menos que cuarenta años, el tiempo que duró toda una interminable dictadura franquista, para que el jurado de los Premios Canarias haya tenido la consideración y el acierto de laurearlo.

Cuando estábamos en Canarias 7 escribió en el suplemento del fin de semana unas magníficas 'Crónicas para cuasi cuarentones' y ahora ya es octogenario. 81 años. Aunque ya no sigue escribiendo sus fantásticos artículos diarios de opinión, se le sigue echando mucho de menos en esta profesión a veces tan prostituida. 

Cuando me echaron en dos ocasiones del periódico, siendo jefe de área, por recoger firmas para montar el primer comité de empresa, lo primero que se me ocurrió fue llamarlo a él para contarle mis cuitas en la terraza del antiguo y desaparecido Hotel Los Frailes de Tafira. Me desahogue con él en una tarde memorable de penas, risas y copas. Aunque seguía despedido, me sentí muy reconfortado. Por unas horas olvidé mi situación laboral gracias a él y a las copas tarifeñas de una tarde noche primaveral. 

Recuerdo como si fuera ayer, aunque hayan pasado cuatro décadas, que con 22 años el periódico me envió a La Palma para hacer unos reportajes, entre otros con un profesor de Física que se había hecho famoso porque había acertado varias catástrofes ocurridas en el mundo a principios de los años 80.

Me iba a pasar una semana en la isla palmera haciendo reportajes y por eso Pepe me preguntó en la redacción si podíamos quedar por la noche a tomar algo en el viejo y desaparecido Ding Dong del Puerto para explicarme detalladamente lo que el periódico pretendía que hiciese en ese viaje. Quedamos esa noche para picar algo, acompañado de cervezas primero y cubatas (yo) y whisky (él) después. Debía ser una noche calurosa porque teníamos más sed que hambre. 

Cuando cerramos varios bares del Puerto me acercó en su Mini verde a mi casa antes de enfilar él la carretera a Tafira. Solo recuerdo que su coche iba por la calle León y Castillo de madrugada desde el carril de la derecha a la izquierda sin solución de continuidad, pasando con repetidos vaivenes por los dos del medio. En aquella época la calle León y Castillo tenía cuatro carriles pero con el tiempo se ha quedado en uno solo a pesar de que hoy hay más coches que hace 40 años en la ciudad. Cosas inexplicables.

Yo no sé cómo llegó esa noche a su casa pero al día siguiente llamé al periódico para ver si estaba ahí o había que empezar a telefonear a los hospitales. Afortunadamente Pepe estaba ahí. Realmente siempre estuvo ahí para ayudar y aconsejar sin adoctrinamiento a todos aquellos pipiolos mocosos que empezamos a conocer las dichas y las desdichas de esta amada y odiada profesión bajo su batuta de maestro, de la que nunca presumió. Nosotros sí presumíamos (y seguimos haciéndolo) de haber iniciado este oficio con un grande tan modesto como él. Su grandeza fue siempre directamente proporcional a su humildad. 

Pepe es como ese padre que todos tenemos y que queremos aunque pase mucho tiempo sin saber de su vida. Pepe, que sepas que te seguimos queriendo como el primer (o incluso más), aunque no te llamemos para ir a tomar un whisky en vaso chato y solo con una piedra de hielo. Pepe on the rocks.

Aunque en el periodismo siempre nos enseñaron que hay que ser más objetivos que subjetivos, creo que nadie ha merecido tanto un premio de reconocimiento como tú. Eternamente agradecido, a modo de ver y manera.

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