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El 'mamotreto' y el urbanismo chicharrero
La reciente sentencia sobre el caso del mamotreto de Las Teresitas ha generado una enorme cantidad de comentarios en los medios de comunicación y en las redes sociales. Uno de los gremios que ha destacado por sus críticas es el de los arquitectos, el mismo sector profesional que monopoliza la dirección de los planes urbanísticos y son, por tanto los responsables técnicos del planeamiento urbano de Santa Cruz, incluido el plan que afecta a la playa de Las Teresitas y a sus aledaños. En la mayoría de los casos las opiniones son críticas con la sentencia y consideran disparatado derribar el inacabado edificios de aparcamientos situado al comienzo de la playa y afectando al margen izquierdo de la desembocadura del barranco. Lo primero que llama la atención de esas críticas hechas por expertos y veteranos urbanistas, es la total desconexión del caso mamotreto con lo que la fiscal del caso definió como pelotazo de libro. El objetivo -y eso ha quedado claro a lo largo de la instrucción judicial- no era adecuar la playa y su entorno para el uso de vecinos y visitantes, sencillamente era un espectacular negocio para unos pocos y el planeamiento solo era era una herramienta para hacer el negocio. De hecho, los fines de la operación se consiguieron y, sin arriesgar un euro propio, unos pocos ya se han embolsado millones y la playa sigue igual, nada ha cambiado, excepto el mamotreto.
Desde el punto de vista urbanístico, las actuaciones contempladas en la zona son más que discutibles e ignora los condicionantes ambientales. Afecta a la desembocadura de los dos barrancos de la cuenca de San Andrés y, su actuación agrava los problemas de inundaciones en el barrio. Los autores del plan no se dieron cuenta, aunque resultara evidente, que afectaba a terrenos ganados al mar y que, por tanto, eran de titularidad pública; ignoraron el deslinde marítimo costero y establecieron un número de viviendas, locales comerciales e instalaciones hotelera y de ocio sin tener en cuenta un hecho esencial: el sistema de comunicaciones entre el casco urbano y barrios y playas situados en la comarca sur de Anaga. Si los accesos se colapsan actualmente durante los meses de verano, no es difícil imaginar que el aumento de la población produciría el atasco de la única vía que les comunica con el resto del municipio, pero eso no lo tenían previsto los “expertos” urbanistas. La Justicia ha encontrado indicios racionales de delito, de connivencia entre empresarios, políticos, (entre ellos el ex alcalde de Santa Cruz Miguel Zerolo que ya ha sido condenado por otro caso de corrupción) técnicos, abogados, funcionarios y otros “listos”que se apuntaron al negocio fácil. El mamotreto solo es la nefasta y cara consecuencia de la praxis urbanística de Coalición Canaria (CC), grupo político que ha dominado la gestión del ayuntamiento desde las primeras elecciones democráticas, pero con el apoyo de los otros dos partidos que han dominado el panorama político canario: el Partido popular (PP) y el Partido Socialista Canario (PSC). Es a ellos a quién hay que pedir responsabilidades, no a quienes denunciaron en su momento las ilegalidades cometidas. Tampoco hay que pedírselas a los que llevamos años pidiendo la participación ciudadana y la transparencia en la gestión de los asuntos públicos.
El debate sobre el mamotreto es una pena que no haya desembocado sobre los cambios que se han llevado a cabo en las últimas tres décadas en Santa Cruz y sobre los resultados urbanísticos obtenidos y la rentabilidad económica y social de las inversiones públicas en la ciudad. Por ejemplo, la poco usada vía que se ha hecho en el cauce del barranco de Santos para descongestionar el tráfico entre la parte alta de la ciudad y la zona baja. Sería interesante conocer la opinión de los técnicos en urbanismo sobre la ubicación del estadio o el de su edificio vecino, el Hotel Escuela, que por no tener no cuenta con acceso para sus clientes y todos los días los vehículos de suministro ocupan la acera impidiendo el paso de los peatones. Sobre la disparatada ubicación del auditorio, o que la mayor parte de los hoteles y clínicas de la ciudad no tengan aparcamientos para autobuses, taxis o ambulancias, o sobre el charco que dejó a los vecinos sin espacio para el paseo, fiestas y concentraciones en la plaza de España. Además, los gobernantes del ayuntamiento han machacado las señas de identidad histórica de la ciudad, y el nuevo Santa Cruz, nacido en los planes de los urbanistas, no ha hecho sino empeorar la trama urbana de la ciudad.
La planificación y gestión de la ciudad, no es algo a solucionar por los técnicos, corresponde a la política, al fin y al cabo de la polis griega deriva el término política. La participación ciudadana y el control de la gestión de sus representantes son imprescindibles en una sociedad democrática sujeta al imperio de la ley y, en el caso de Las Teresitas, es evidente que se ha negado la participación ciudadana, la opacidad ha sido la norma, se han incumplido las legalidad y se saquearon las arcas públicas. El disparate del mamotreto no es más que la caricatura de una gestión política, por tanto urbanística, que no ha tenido más objetivo que obtener poder y/o dinero para sus mentores. El resultado lo tenemos a la vista y eso, hay que derribarlo.
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