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Marruecos, más de los mismo y peor

Rafael Morales / Rafael Morales

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Y eso que viene de una derrota política sin paliativos en las últimas elecciones tuteladas y manipuladas por los siniestros miembros del Majzen, donde el nuevo primer ministro se encuentra cómodamente instalado desde hace tiempo. El gran salto democrático previsto por Rabat recogió una participación del 37%, el nivel más bajo en la historia electoral del país. El incremento de la abstención en 14 puntos con respecto a la convocatoria de 2002 y el 19% de votos blancos y nulos no conmovió al monarca. Ni frío ni calor que la abstención arrasara en las grandes ciudades o que los ciudadanos hayan manifestado a su modo desprecio por los partidos legales tradicionales y su protesta por la situación general del país.

Nombrar como primer ministro al jefe de Istiqlal, que se alimenta del voto cautivo procedente de los núcleos campesinos, porque obtuvo más escaños (pero menos votos) que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) representa el punto culminante del fraude. Deja fuera de juego al PJD, nombrando un Gobierno con los mismos mimbres del anterior, salvo el Movimiento Popular (MP), que pasará junto a los islamistas moderados a la oposición parlamentaria leal a su majestad. Este Gobierno es una reedición del pasado, pero peor. El Istiqlal expresa la ideología expansionista más reaccionaria del Reino desde los tiempos de la independencia y de Mohamed V, además de no representar de ninguna manera a la población marroquí. Se trata de un eco de la voluntad del rey y apenas encarna políticamente a la insignificante minoría obligada a votar por su opción o directamente comprada. Nada más.

El indiscutible mérito de Abbas el Farsi consiste en una lealtad absoluta a la corona marroquí. Este abogado obtuvo innumerables beneficios de tan loable actitud política. Ministro de Vivienda entre 1977 y 1981, Ministro de Artesanía y Asuntos Sociales (1981-1985), Ministro de Empleo (2000-2002) y Ministro de Estado hasta 2007. No vaya a creerse que de 1985 a 2000 estuvo desempleado. Entre 1985 y 1990 accedió a funciones diplomáticas como embajador en Túnez y representante permanente ante la Liga Árabe. De allí viajó a la representación más importante de Marruecos en el exterior, la embajada en París, donde trabajó hasta septiembre de 1994. Cuatro años más tarde fue elegido secretario general en el XIII Congreso de Istiqlal, en sustitución del anciano Boucetta.

A la corrupción de El Farsi sólo la supera en incuria la impunidad con la que Marruecos premia a los leales. Este Ministro de Empleo en 2002 promocionó una empresa de fletes marítimo saudí para precontratar a 30.000 jóvenes marroquíes que, antes de su selección, debían desembolsar unos 90 euros en un país con un salario medio de 195. Tras el examen médico de rigor, estos jóvenes cobrarían un sueldo de 580 dólares mensuales en la empresa An-Najat Marine Shiping. El Farsi defendió a la empresa saudí hasta por la televisión. La oferta resultó una monumental estafa. Los puestos de trabajo eran ficticios. Los aspirantes perdieron su dinero y cuatro de ellos recurrieron al suicidio, completamente desesperados. El escándalo se llevó por delante a funcionarios menores, pero Abbas el Farsi, el verdadero responsable, escapó de los tribunales. Nuestros vecinos marroquíes no merecen este Jefe de Gobierno.

Rafael Morales

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