Matar al mensajero

Así, al filo de la legislatura adánica, el Parlamento aprobó las camas objeto de aquellas las conversaciones; y ahora sabemos que Santana Cazorla aseguró en su descargo que sin contactos políticos hubiera tenido que dejar su negocio.

Santana Cazorla fue quien compró La Favorita a un precio y la vendió enseguida al Ayuntamiento soriano por el doble. De por medio, Jorge Rodríguez, hombre de Soria, que había estado ofertando el inmueble al precio primero. Es el mismo Rodríguez citado en lo del Grupo Europa más que el sexto en los confesionarios. De La Favorita contó este periódico varias cosas, números de cuentas suizas incluidos, pero fue su director, Carlos Sosa, quien acabó en el banquillo y condenado contra el parecer de la Fiscalía.

Ahora vuelve al banquillo, por nueva denuncia de Soria en el asunto Isolux. Esta empresa fue de las peor clasificadas por los técnicos en el concurso para la construcción de dos módulos de desalación. El informe fue desechado y se encargó otro a técnico no especializado que lo redactó en pocos días y dio ganadora a Isolux.

Se procede otra vez, en fin, contra el periodista en plan de matar al mensajero cual foca canadiense; dejando a salvo la mayor inocencia del animalito. Sin indagar si ha dicho o no la verdad. No mienten por tanto los políticos al proclamar su absoluta confianza en la Justicia, con la que llegan frecuentemente a lo confianzudo.

En todos estos asuntos nadie tuvo en cuenta los intereses públicos perjudicados. Con La Favorita se le endilgó a la ciudad un inmueble tan inadecuado que se desaconsejó su adquisición para albergar los servicios que se pretendía. Un muerto. En lo de Isolux son conocidos los problemas ocasionados por unas obras mal hechas que afectan al abastecimiento de agua. Sin olvidar, oye, el escándalo Eolo que ha retrasado el desarrollo de esta fuente de energía haciendo que los ventarrones sólo soplen en la vela chica.

Lo que importa, en fin, es que los periodistas no cuenten lo que saben y les consta. Para eso los acusan de hacer política, de estar a sueldo de alguien, los intimidan y si insisten, al banquillo.