Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los ojos del asesino del Che
Ernesto Guevara era el jefe de esos diecisiete hombres que habían sido vistos por la anciana. Ernesto pensó que lo mejor era abandonar el lugar. Por la noche, con luna menguante, arrancaron con sus bártulos entre sembrados de papas. El camino era difícil, pero tenían que moverse cuando la gente dormía. Los revolucionarios son hombres y mujeres que sueñan y se arriesgan mientras los otros duermen. En la Quebrada del Yuro los guerrilleros se dieron cuenta de el ejército estaba cerca. El Che decidió dividir el grupo en dos, había varios enfermos que debían escapar primero y los otros se quedarían con Ernesto a enfrentarse a la ejército. Uno de los cinco supervivientes , Pombo contaría años después que el Che pudo haberse salvado, como jefe del comando podía haber decidido salir en el primer grupo, pero prefirió que se escapasen los que tenían peor salud mientras él esperaba al ejército. Quizá fue un último gesto de deformación profesional de un médico vestido de guerrillero. Bolivia estaba gobernada por René Barrientos, un militar que contaba con el apoyo de Estados Unidos. Entre 1966 y 1968 los grupos paramilitares que tenían el respaldo de Barrientos asesinaron a unos 8000 bolivianos. Como ocurría en otros países latinoamericanos gobernados por aliados de Washintong, la existencia de una guerrilla era la excusa para realizar las masacres. El agente de la CIA Felix Rodríguez fue el encargado de trasladar las órdenes del gobierno boliviano a los soldados que custodiaban a Ernesto Guevara. El Sargento Mario Terán recibió de Rodríguez la orden de fusilar al Che. Cuando lo vio llegar armado Ernesto Guevara le preguntó: “¿viene usted a matarme?”. Mario Terán no se atrevió a responderle. El militar boliviano cuenta que miró al Che y vio a un hombre grande, muy grande. Sus ojos brillaban intensamente. La mirada intensa de Ernesto impresionó a Terán, que sintió que se mareaba. El Che se dio cuenta y le dijo: “Póngase usted sereno, y apunte bien, que va a matar a un hombre”. Entonces Mario Terán dio un paso atrás, cerró los ojos y disparó la primera ráfaga. El Ché cayó al suelo, su cuerpo se contorsionaba mientras sus piernas despedían chorros de sangre. Terán volvió a disparar una ráfaga, las balas llegaron al corazón del revolucionario, que dejó de latir. Este martes se cumplen 40 años de esos hechos. Ahora Mario Terán vive en el pueblo boliviano de Santa Cruz, con su pensión de soldado. Mario Terán fue operado de cataratas en el Hospital de Santa Cruz, inaugurado por el presidente Evo Morales. En este centro sanitario médicos cubanos participan en la Operación Milagro, se trata de una campaña internacional apoyada por los gobiernos de Cuba y Venezuela que consiste en operar gratuitamente a los latinoamericanos más pobres que sufren cataratas y otras enfermedades oculares. Mario Terán ha sido uno de los 110.000 bolivianos que han recuperado su vista sin tener que pagar un solo centavo. Los grandes medios internacionales no han destacado esta noticia, que ha circulado más por internet y se ha publicado sobre todo en periódicos alternativos. La globalización tiene estas cosas: la palabra solidaridad no debe ser asociada al gobierno cubano, al venezolano o al boliviano. Forman parte del eje del mal. Pero la historia está ahí, y no puede ocultarse. Los últimos ojos que vieron al Che con vida se habían quedado casi ciegos, y unos médicos cubanos le han devuelto la vista gracias a la decisión del gobierno que formaron los compañeros del Che. Ernesto Guevara recorrió varios países del mundo acompañado de su asma y de los textos de Marx y El Quijote de Cervantes.El Che planteó una visión crítica del estalinismo, y llegó a decir que no todos los males de Cuba eran provocados por el imperialismo. La isla caribeña sigue padeciendo el criminal bloqueo, pero sería bueno que la visión autocrítica del Che fuera asumida por muchos de los que le rinden homenajes aquí y en la Habana. Cuarenta años después de su asesinato, los grandes medios han intentado tapar la noticia de la operación de Mario Terán poniendo molinos de viento delante. Pero el espíritu quijotesco de Ernesto Guevara los ha superado. Y gracias a eso nos hemos enterado y hemos podido leer la noticia, aunque las cataratas de la censura intentaron que no viéramos la historia de Mario Terán. Juan GarcÃa Luján
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