Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los ojos de él
Se trataba de una estrategia de ocultación, ella no quería que la gente viera cómo le estaba diciendo a él “a la derecha ahora, sigue despacio, hay alguien esperando en el paso de peatones”. “Puedes seguir, el niño no va a cruzar”. Entonces él apretaba suavemente el acelerador hasta llegar a los 30 km/hora, y provocaba más de un comentario de cachondeo entre la gente que hablaba en la puerta del bar: “adiós Fernando Alonso, vete a Teror a saludar a tu suegra”.
Ella tenía sus ojos. Ella era los ojos de él. La gente no lo sabía. Pero él no quería dejar de conducir. Había sido el único chófer con carné de primera del pueblo, el único que había trabajado como camionero. Dejar de conducir era como morirse ante los demás. Por eso cada jueves salían al mercado para comprar la comida de la semana. Él conducía, pero ella tenía sus ojos.
Un día ella le dijo: “no podemos seguir así. Tienes que dejar de conducir”. Él le respondió: “al día siguiente de dejar el coche me voy a envenenar. Si la gente se entera de que Panchito el camionero ya no conduce me matarán con sus miradas de compasión. Yo no quiero ser un muerto que camina, soy el viejo chófer, déjame demostrarlo cada jueves cuando vamos al mercado. Además el camino lo podría recorrer con los ojos cerrados, aunque tú no me indicaras nada”.
La discusión se acabó ahí. El jueves siguiente ella volvió a tener los ojos de él y el viejo coche salió del garaje a la velocidad de siempre.
Juan GarcÃa Luján
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