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¿Payasos o Bufones? por José Ramallo Tapia

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Nosotros los elegimos para que guarden el dinero común, para que lo gestionen con prudencia, para que lo usen buscando un futuro mejor para todos. Nosotros trabajamos y cumplimos las órdenes, acatamos las leyes porque nos dijeron que así seríamos mejores, la vida sería mejor, la democracia era el camino y la constitución el mapa de ese camino. ¿Pero qué es lo que ha pasado? Los payasos han dejado de lado la esencia de su profesión. Ahora sólo son bufones en manos de las grandes empresas, de los bancos, del dinero. Han creado su propia clase para diferenciarse del resto, para marcar la frontera entre ellos y nosotros. Estos payasos políticos hablan un idioma diferente, pero un idioma tan vulgar y mediocre que ya no hace reír, no divierte, no ayuda. Antes, no mucho antes, el concepto de circo estaba claro, definido. Mentían, sí, siempre lo han hecho. Mandaban matar, sí, siempre lo han hecho. Robaban, sí, nunca han dejado de hacerlo. Pero la mezquindad y la indignidad no los dominaba como ahora. Ahora son más peligrosos porque no se respetan a sí mismos. No creen en nada ni en nadie. Han perdido el rumbo, la disciplina. Ahora se llenan de vicios que pagamos nosotros: coches de lujo oficiales, trajes a medida, facturas de móviles, escoltas, cenas opíparas y fiestas? se gastan el dinero que depositamos en la hucha común, en la hucha social, sin contar con nuestra opinión al respecto. Ahora no sienten vergüenza, no se pintan bien la cara, no disimulan. Se ríen de nosotros pero pasan de hacernos reír. Roban pero tienen la potestad de señalar y mandar a otros a la cárcel. Son ellos los que no cumplen las reglas que imponen a otros. Son ellos los que se pasan por el forro la bandera de la legalidad que se cansan se enarbolar. ¿Por qué los necesitamos? ¿Para qué los necesitamos? No nos escuchan, no tienen en cuenta nuestra voluntad. ¿Por qué entonces les debemos pleitesía? ¿Con cuál de ellos podemos estar a salvo? ¿A cuál podemos creer? Las buenas intenciones desaparecen cuando ingresan en la secta. Es condición fundamental en cualquier partido político ver, oír, y callar. Los malos son los de fuera. Si los tuyos roban tú te callas y miras para otro lado; si los tuyos no paran de mentir tú te callas y no cuestionas. En malos tiempos corren como ratas e intentan trincar todo lo que pueden. Se suben el sueldo mientras ven morir de hambre al resto de animales del circo. Se puede oler su esencia de traidores, su vocación de rapiña.

La pureza entre los payasos murió, desapareció como enfermedad contagiosa, como lepra. Ahora sus narices pierden el rojo de la profesionalidad para llenarse del blanco del poder, del polvo de la luz eterna. Ahora actúan en círculos cerrados, pequeños, exclusivos. Hacen reír a unos pocos magnates por un mucho de dinero, de fama. Han cambiado las narices de payaso por el traje y la corbata. Han cambiado el ser por el parecer. Se han convertido en bufones torpes bien pagados, en tuertos sin reino y todos son iguales. Uno lleva la ropa un poco más limpia. El otro los zapatos más brillantes. Algunos creen en cruces y otros no, pero todos son iguales, arderían de la misma manera en una gran hoguera. Son capaces de dormir a pierna suelta cada noche ensayando entre sueños la actuación del día siguiente, la próxima devastadora bufonada.

Los bufones de ahora no son como los que pintó Velázquez. Son guapos por fuera pero muy feos por dentro. Por eso quizá deberían extinguirse, para ver si de sus restos pueden nacer nuevas criaturas, payasos auténticos que nos hagan reír a carcajadas, que nos hagan soltar lágrimas de alegría y no de tristeza.

José Ramallo Tapia

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