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La pobreza infantil en España no disminuye

Teo Mesa

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Esta lacra que sufre gran número de la población infantil de nuestro país continúa sin visos de mejoras diminutivas. Mientras una enorme cantidad de niños y niñas tienen la fortuna de gozar este verano de unas agradables vacaciones con sus familias; en contraste a ese deleite, uno de cada tres, de los niños y niñas que pueblan nuestra nación, sufren los infaustos embates de una acuciante penuria. Y para más inri a su infortunio, padecen las mínimas conmiseraciones a sus atenciones primarias por las administraciones gubernamentales, perviviendo en una permanente pobreza extrema.

Muchos de ellos no tienen ni un triste mendrugo de pan para saciar su indigna escasez alimenticia. Sobreviven en la exclusión social, sin apenas contar para la sociedad y el imperativo sistema de la sociedad de consumo. No cuentan ni para las míseras limosnas –que recoge solo a una parte de ellos– les llega del Estado central y de las Autonomías. Este es un vergonzante desprecio a la sociedad infantil que hiere y sonroja a las personas con un ápice de solidaridad humana.

Es incomprensible que, España haya firmado en la ONU la Convención de los Derechos del Niño, en su gestión por Unicef (junto a 195 países más), en la que se declara que su cometido es fundamental para la protección de los niños y niñas de sus naciones: “Su aplicación es obligación de los gobiernos”. Pero este tratado es papel mojado, porque se incumpla en el primordial requisito con sus conciudadanos.

Los Derechos del Niño son vilmente relegados por los Gobiernos en todo el mundo. Lo peor es, que, por este infortunio desarraigo que padecen de niños y adolescentes, están abocados a vivir eternamente con esta violencia sufrida por ellos en un enfermizo padecer. Serán los rebeldes con causas en la delincuencia más cruda, generados estos, sin duda, por el mismo sistema que los despreció de niños y adolescentes.

En este continuado estado de emergencia de esa triste población infantil, según denuncias de las ONG, España es el tercer país de la Unión Europea con una alta tasa de riesgo de pobreza y exclusión social, computada en un casi 30% de sus niñas y niños que están en urgente penuria para su protección. También es el tercer país que menos gasto público dedica a la protección social de las familias y a la infancia, en porcentaje del PIB de un 0,7% respecto a la media europea, con un 1,7% en la UE.

Tienen la absoluta culpabilidad de estas flagrantes miserias las citadas Administraciones. Pírrica es la inversión que hace el Estado, en la que solo el 37% de la muy necesitada infancia reciben esas prestaciones. ¿Y el resto, en un 63%, cómo perviven sin las imprescindibles ayudas económicas? Estas ayudas no son altruistas y de generosa benevolencia por los que distribuyen los dineros del erario público. Son estas protecciones de obligado cumplimiento por la Constitución española hacia las clases más vulnerables de la población, que además de la citada obediencia, son de ética responsabilidad de los gobernantes de turno.

A pesar del cacareado bienestar de que se está superando la crisis de 2008 –que dicen algunos empesebrados que comen a diario, tienen excelentes sueldos y protecciones del Estado, por ocupar un cargo político–. La población infantil, es precisamente, quien más ha sufrido las consecuencias de esas crisis económicas, y que aún se mantiene en cuasi su estado primitivo de receso económico. En el umbral de la pobreza, la miseria más indigna y la exclusión social continúa en gran parte de la población infantil en España, en la que se cuenta, con aproximadamente 2’5 millones de pequeños y frágiles seres (casi el 20% de la población del país).

Es incomprensible, que España sea la cuarta potencia económica de Europa occidental y ocupe el denigrante segundo lugar en el ranquin de la mayor pobreza infantil en UE. Léase: Rumanía 35%; España 30%; Bulgaria 28’2%; Grecia, 27%; Italia 26%, etc., de niños y niñas que malviven en la miseria y la marginación en la sociedad. Tres de cada diez niños/niñas, se encuentran en el deplorable rincón de la pobreza extrema y más despreciable de la dignidad humana.

Es toda una tragedia para esta tierna e indefensa población, cuyo presente y futuro de sus existencias están abocados a la triste miseria permanente. Y por la penosa situación en la que malviven, carecen de los derechos básicos para su salud, alimentación, educación y a una integración social para el devenir de sus vidas y profesiones. En todos los países, combatir la pobreza infantil y la exclusión social está, sin lugar a dudas, en la educación. Y para este menester es imprescindible el capital estatal.

El gobierno central solo reparte un mínimo porcentaje del presupuesto del PIB: el 1’3. Cifra que sirve de muy poca cobertura a las prestaciones de niños y niñas, ni cumple con lo estipulado legalmente, por cada hijo a cargo que mantener en cada familia de necesidades extremas. ¿A dónde se destina el resto de los presupuestos estatales que deben ser equitativamente repartidos, según las necesidades primarias y más urgentes? ¿Quiénes defraudan este bien común en sus cargos políticos: serán los obscenos corruptos que se enrolan en la política para delinquir, apropiándose de los dineros públicos? ¿Carecen de la más mínima sensibilidad, solidaridad y humanidad los gobiernos de turno? ¿O son destinados esos recursos a menesteres más frívolos e innecesarios?

La actual economía no genera trabajo (o estos son de baja retribución salarial, debido a la ignominiosa reforma laboral que legalizó el gobierno de los populares). La carencia de trabajos y los bajos salarios no llegan a cubrir los lógicos gastos (sin lujos de ningún tipo), para que los hogares puedan afrontar sus pagos familiares del simple vivir. Muchos de los hogares necesitan de estas protecciones sociales para la esencial atención a los hijos e hijas en sus necesidades primarias, simplemente. Pero en España esas coberturas benéficas no son distribuidas en una equidad para las necesidades básicas de las familias para paliar los gastos más perentorios.

La crisis de diseño que hemos padecido ha sido generada por el gran capital internacional, que son quienes mueven los hilos de las marionetas bancarias del universo. Están estos capitostes y yonquis del vil metal, devorados por las preocupantes patologías que sufren por su adicción a la avaricia incontrolada del poder financiero, en las consumadas barbaridades económicas, con los triviales e irresponsables regodeos, en crear crisis a diestro y siniestro con todo despecho, a sabiendas que sus dineros han sido obtenidos explotando a las clases trabajadores. Todo ello a sabiendas que sus cuentas corrientes están a buen recaudo en los paraísos fiscales.

A este padecer por la población mundial del capitalismo salvaje, se han unido las políticas del liberalismo, de las que tanto se jactan y ponen en práctica los gobiernos del PP; y también, el Psoe y Ciudadanos, en sus mandatos. Estas fluctuaciones han hecho que, muchas familias de nuestro país –y de otros muchos–, las han llevado a un descalabro total con las pérdidas de puestos laborales, para poder llevar, solo un modesto salario a sus hogares. Es la consecuencia de la brutal implantación del neoliberalismo por el capital y los políticos cómplices, que las aplican en nuestro país, despreciando de manera cínica a sus coterráneos en sus derechos, ideas y legalidad social, que son precisamente, quienes les votan.

Se llega a la conclusión de que la democracia es solo un postureo, una hipócrita actuación cuatrianual a la que está convidado el pueblo a ejercer de ‘actor principal’ e incauto, en la farsa de ese sainete teatral a que nos someten. Quien en verdad decide el futuro económico y formas de vida de la población mundial, es el gran capital que dirige las multinacionales financieras desde las principales ciudades económicas del universo. Es el capital más radical en sus voraces ideas en el feroz libre mercado; y despiadado contra el resto de la humanidad, que solo actúa de escéptica espectadora de sus egoístas e insaciable acciones financieras. Nuestras existencias y bienestar dependen de estos ácratas de la legalidad y de la ética en la raza humana.

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