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Política y techos de cristal

Marián Franquet

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as mujeres somos la mitad de la población mundial. Sin embargo, esto no se refleja en la mayoría de las estadísticas que, desde la sociología, la economía o cualquier ámbito, se nos pueda ocurrir analizar. En ellas no aparece un equilibrio entre mujeres y hombres, no, sino que vemos cómo o las lideramos o nuestra presencia es testimonial.

Encabezamos con creces los datos de pobreza, de trabajo precario, de pensiones indignas y un largo etcétera. En cambio, apenas aparecemos en las listas de consejos de administración de grandes empresas, en la visibilidad en la ciencia o en el deporte, en las cúpulas de poder del mundo judicial, el político y otro largo etcétera.

Podría acompañar estas líneas de cientos de estadísticas que ponen de manifiesto la enorme discriminación que padecemos las mujeres por el simple hecho de serlo.

Este 8 de marzo está convocada una huelga feminista. Feminismo, ¡qué hermosa palabra! Ésa que define la lucha por la igualdad, la justicia social y nuestros derechos conquistados (ésos que costaron tanto y hoy algunas se atreven a despreciar públicamente aun siendo beneficiarias de los mismos). Si hay un colectivo -si es que a la mitad de la población se la puede considerar así-, con derecho a convocar a una huelga política, sí POLITICA porque lo personal es político y perdimos transformaciones que tienen que venir de lo político (mira que últimamente nos dan miedo algunas palabras), esas son las Mujeres. Y qué día mejor que el Día Internacional de Las Mujeres con una convocatoria global en todo el mundo.

La desigualdad de género es estructural, internacional… es inmensa. Ante esta situación, ¿cómo actuamos? ¿Cómo cambiamos este mundo que causa tanto sufrimiento? ¿Cómo combatimos ese machismo que nos oprime y nos mata?

“Piensa globalmente y actúa localmente”. Creo que en esta idea está la clave. Tenemos que tener la foto global de la situación, las estrategias coordinadas y compartidas y las acciones localizadas. Cada uno y cada una desde nuestros espacios, nuestras realidades y nuestras posibilidades.

La mía es, entre otras, la política. Y en este espacio tenemos que reflexionar sobre el papel de las mujeres.

En estos días, con la actualidad política a las espaldas, la reflexión es inevitable. ¿Qué pasa con las mujeres a la hora de acceder a puestos de responsabilidad en política? Aquí también hay techos de cristal -o de hormigón- y suelos pegajosos.

“Capacidad y mérito”. Esas dos palabras las he escuchado mucho estos días para justificar la presencia de hombres en importantes puestos. Y, verán, eso solo puede significar que consideran que no hay mujeres con capacidad y mérito para ocupar esos mismos puestos o, como mínimo, son más bajos. ¡¡¡Qué falsedad!!!

La mitad del poder. Eso es lo que se pide, nada más y nada menos lo que por justicia nos corresponde. Son innegables los avances conseguidos, igual que es innegable que nos queda mucho camino que recorrer. A pesar de las normas, leyes, compromisos políticos, promesas electorales, discursos institucionales... todavía hay mucho por andar.

En el poder político el techo de cristal (ese techo transparente, que parece inexistente, pero que no nos deja seguir subiendo peldaños) lo encontramos cuando, para que una mujer pueda acceder a un puesto, un hombre tiene que renunciar al mismo con el fin de darle paso a ella. Entonces los discursos se nos diluyen como azúcar en el café: “Yo creo en la igualdad ”, “yo soy feminista”, “yo he hecho, he dicho, he promovido…” “¡Ehhhhhh! ¡¡¡Que ese puesto es mío!!!” Eso sí: por mérito y capacidad (por si acaso, es ironía).

Ocupar los espacios de poder que a las mujeres nos corresponden implican desalojar a los hombres de los mismos. No a todos, solo a la mitad porque, entre otras cuestiones, los están ocupando apoyándose en la discriminación por razón de género ¿De verdad quieren eso?

¿Ocupar el poder sustentándose en la situación de opresión y desigualdad que sufren las mujeres?

Los avances de las mujeres son avances que nos benefician a todos y todas, que nos hacen más libres, mejores. Esos avances tienen que ser impulsados desde la política de forma decidida, con acciones que nos permitan seguir construyendo igualdad. Cada oportunidad perdida es un retroceso, cada justificación por la no acción una bocanada de aire al machismo.

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