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FEMINISMO PARA TONTOS

De cuando la pornografía te convierte en maltratador o “por el culo no”

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De todas las formas de violencia contra las mujeres hay una que se ha sofisticado de manera exponencial: el maltrato a través de las relaciones sexuales en la pareja. El sexo se ha convertido en un Circo du Soleil, en un Pole-Dance, en un ejercicio olímpico de Twerking, en un copia y pega. 

Lo primero es que, salvando lo obvio, hay una diferencia muy clara entre el cine porno y el resto de la industria: el porno nunca es ficción. Todo lo que pasa, por tanto lo que ves, está pasando. No hay ni simulaciones, ni dobles de escenas de riesgo ni efectos con ordenador. 

Todavía estamos con lo de que el hombre tiene que ver pornografía porque “ellos son más visuales” (esa ciencia popular emanada del machismo). El porno violento en internet ha pasado a ser escuela y parámetro de lo que son las relaciones sexuales. Y oh, sorpresa, con efecto negativo en la consideración de la mujer, de su disfrute y de su salud física y mental. Los hombres se siguen arrogando no sólo la capacidad del placer sexual por atribución natural y divina, sino de su conocimiento infinito.

El porno es la forma en la que los preadolescentes y adolescentes se inician y aprenden de las relaciones sexuales. Tienen móviles. El primer factor peligroso es el libre acceso y la frecuencia con lo que lo ven. El visionado se vuelve fácilmente compulsivo por el placer que les genera y por la inmadurez del cerebro. Ya son adictos a esas edades. 

Una vez ven lo que ven, hay que llevarlo a la práctica con la novia. Y digo hay que llevarlo porque han aprendido que eso que han visto son las relaciones sexuales normales. Se producen unas peticiones e instrucciones que las chicas no entienden porque hay una tendencia en las mujeres a aprender el sexo de otra manera, fuera de las redes. El real. Las jóvenes pierden el desarrollo de la capacidad de crítica y elección porque tampoco conocen mucho más.

El sexo en los jóvenes no se inicia por estímulos físicos o visuales de la realidad; con el porno se han grabado unos códigos de conducta violentos que no pueden ir a menos porque no hay ya respuesta sexual a estímulos por debajo de lo que han visto. Las imágenes se vuelven fácilmente desmotivadoras y en muy corto espacio de tiempo necesitan dosis más novedosas, estimulantes y violentas. La chica tiene que responder a esto que se le pide si quiere tener relaciones sexuales, si no quiere perder a su chico.

El sexo anal, sí o sí, es la petición masiva. Posturas forzadas y violencia física. Sexo oral sin aprendizaje y/o sin querer hacerlo. La cantidad de chicas que están yendo a consultas con daños físicos por estas causas y preguntándose qué no están haciendo bien ya es una normalidad. Lo están denunciando los sexólogos que aún no tienen la cobertura mediática suficiente para que se genere conciencia sobre esto. Se extingue el aprendizaje mutuo y se sustituye por la complacencia de ellas hacia ellos. Padres y madres tienen que educar a sus hijos en el sexo y aprender cómo hacerlo. Padres, el sexo con mujeres de la edad de sus hijas tiene exactamente el mismo efecto que las cremas de noche: no rejuvenecen.

Pero es que el porno no sólo “educa” a edades tempranas. Los hombres adultos que antes sentían estímulos con simples fotos inanimadas de algo más que un hombro desnudo también han visto modificado su comportamiento sexual. En cerebros adultos genera la misma adicción y por tanto y también relaciones desvirtuadas. El estímulo sexual real, la comunicación, el tacto y la interacción han dejado de ser suficientes; el contacto sano de seducción con una mujer les genera una enorme ansiedad cuando no apatía o pereza. Han perdido facultades para ello.

Las solicitudes de prácticas que estimulan sólo a ellos suponen que las mujeres tengan que normalizarlas. Los hombres han adquirido un argumentario que lleve a la mujer por el sendero del placer y nos lo van a enseñar. “Puedes hacerlo” nos repetirán una y otra vez para satisfacción del macho. VEN, QUE YO TE ENSEÑO. Prácticas humillantes y denigrantes. Es una nueva forma de sometimiento, una manera más de cumplir con códigos machistas en una parte esencial de las relaciones. Además, debes cumplir con el aspecto físico que hay en pantalla y con el que ellos nos ven porque es el prototipo de mujer sexuada. 

El sexo se convierte, pues, en un desencuentro que hace imposible la relación sana y sólida de pareja. Se presenta entonces el argumento masculino de la importancia que tiene para ellos el sexo en la pareja como si para nosotras no lo fuera, y con esta sentencia se van a buscar a otras mujeres, como quien va de caza, que cumplan con esta concepción de la relación sexual. Es un chantaje emocional constante en el nombre del “me tienes que satisfacer”. De ahí que la mayoría de los hombres sigan defendiendo la práctica de la prostitución con argumento peregrinos como la libertad de la que lo quiera ejercer. Y dos huevos duros. El sexo para ellos se ha vuelto mecánico, encorsetado, sin imaginación ni reciprocidad. Los que han sido biológicamente agraciados para estas prácticas ya no saben nada más allá que la mera pornografía. Y aquí sin querer ser yo cruel ni nada he de decir que ni siquiera están capacitados para estas prácticas sexuales. Se asfixian cargando con la compra qué vas a moverte con ese brío más de treinta segundos, campeón, crack, machote, mastodonte. 

El sexo en pornografía es un fracaso absoluto de las relaciones afectivas. Del amor de pareja (que no el amor romántico) y de las relaciones personales. El incremento de los delitos de acoso y abuso sexual en adolescentes y los efectos 'manada' tienen que ver con la pornografía violenta y la adicción. Con la cosificación de las mujeres. Con la visión de que somos cachos de carne a las que follarse para generar bienestar psicológico, ya es que ni siquiera físico, a los hombres. ¿Te ha gustado, cariño?

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