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¿No quieren caldo? dos tazas
Viene además esta actuación por parte del mismo político que vio antes frustrado su intento de encarcelar igualmente a otro periodista. Pudo haber escarmentado por la oleada de solidaridad que dentro y fuera de las islas se suscitó ante este caso, por parte de asociaciones profesionales, catedráticos y profesores, intelectuales, gente de la cultura o simples informadores y ciudadanos. Pudo atender a los consejos de buenos amigos para que respondiera, replicara y lo aclarara todo en el terreno de la palabra ?que es la grandeza de la democracia?, utilizando los numerosos resortes mediáticos, políticos y parlamentarios que posee el poder. No lo hizo, y lo que es peor, con este gesto parece avisar que nunca lo hará. Y había esperanzas: cuando se cuestionaron sus formas y sus resultados por vez primera en muchos años, reconoció que “lo que se habrá hecho mal tiene que ver con las estrategias, la de comunicación, la de pedagogía y con las percepciones que tienen algunas partes de la sociedad española” y afirmó que “en pedagogía interna y externa, suspendemos” y en “comunicación interna y externa, suspendemos”, para concluir: “Tenemos que hacer un esfuerzo mayor en esta materia”. El esfuerzo ha sido ejecutado: ¿no quieren caldo? Dos tazas. Quizás esté ocurriendo lo que José Miguel Bravo de Laguna describió como el declinar de un período histórico con “un gran control, un largo monoteísmo, con un solo líder incuestionable, y todo el mundo supeditado a esa disciplina férrea”. Pero no comenzó a resquebrajarse por la acción de estos dos periodistas, sino por la torpeza de quien, tanto antes como ahora, desata los vientos del “caso Eolo” y de otros que le sucedieron. Por ello es especialmente valiosa la actitud de quienes, de una u otra forma, por leve o pequeña que sea, se rebelan contra esa manera de entender la actividad pública consistente en abandonar las ideas y las palabras y amedrentar a los adversarios internos y externos con amenazas verbales o acciones judiciales. Los periodistas sólo ejercen de mensajeros. Sin su labor, la opacidad de nuestros gobernantes sería bastante mayor. Por ello quizás sería interesante esa idea de retransmitir el juicio por televisión.
Creo por ello que esta nueva denuncia ?y las que puedan llegar en el futuro? es más grave que la primera, pues supone obstinación, desafío, ceguera y enroque. El quizás lo vea al revés, como la simple reacción dinástica de sus ancestros numantinos que decidieron suicidarse antes que ceder. ¡Pobre política canaria, en qué manos has caído!
Federico Utrera
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