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Rajoy, nariz mala y conocida...

Federico Utrera / Federico Utrera

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Otra cosa es vencer y, lo que es más complicado y previo, convencer. Rajoy habló para su público, no para responder a Zapatero o a los espectadores interesados por la cosa pública. No, a él le convienen los diputados “populares”, y más aún, los críticos del PP que lo juzgan pusilánime, imprevisible, “flexible como un junco”, que decía Mauricio, aunque ahora se haya soltado algo la melena con el nombramiento de Soraya “y sus sorayitos”, como despectivamente los llaman los caimanes, cocodrilos, saurios y camaleones a los que ha dejado ociosos en el grupo parlamentario. Porque el drama del PP no es que pierda las elecciones una y otra vez -mediremos la resignada reacción interna ante las próximas europeas del año que viene, y ante las sucesivas vascas y gallegas-, lo peor no es ni siquiera la más que evidente falta de fuelle del líder, el escaso entusiasmo que despiertan sus coletillas de gallego amanerado, sus enredos numéricos, su obstinación en el yerro, que como buen opositor confunde con tenacidad, y su incapacidad manifiesta para ver más allá de sus quevedos, lo que le inhabilita para pulsar eso que tanto molesta a los políticos de todos los pelajes y que se conoce con el nombre de “opinión pública”. Lo realmente grave en el PP es que la alternativa a Rajoy, tal y como se nos presenta, es Esperanza Aguirre, más de lo mismo multiplicado por dos, así que conocedor de esa estimable ventaja, Rajoy se limita a capear con su discurso agrio, que es el que gusta a los zaplanas, acebes, sorias y pujaltes. Así lo veremos hasta que gane el congreso de junio en Valencia, pasarán los jugadores, pero no el balón, y para conservador a la antigua usanza ya está él mismo. ¿Por qué cambiar entonces?. Rajoy sabe lo rancio de nuestros casticismos, parece apelar sin rubor al refranero, desemboza su capa, se mesa las barbas, bizquea, insulta por enésima vez a Zapatero -para euforia de sus huestes- y proclama su programa, guiado por su fino olfato político y poético: “Erase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una alquitara medio viva, érase un pez espada mal barbado; era un reloj de sol mal encarado, érase un elefante boca arriba, érase una nariz sayón y escriba, érase don Mariano atribulado, sabañón garrafal, morado y frito, mi querido Rajoy, romo infinito...”

Federico Utrera

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