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La renovación de la nada…

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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Por un lado, cada día es más generalizada la apatía cívica, transformada en creciente abstención, en creciente porcentaje de voto en blanco, motivado por la crisis padecida, y por la entropía existente en la gestión pública. Por otro lado, los escándalos de corrupción política hasta tal punto se han convertido el tema recurrente de los medios de comunicación, que prácticamente ya no son noticia. Incluso partidos afectados de corrupción ven como sus altos cargos son reelegidos electoralmente una y otra vez, como si ya a la ciudadanía no le influyera la cuestión en lo más mínimo, o cimentase sus críticas en la abstención antedicha.

En Canarias tuvimos, por ejemplo, alcaldes imputados que fueron reelegidos una y otra vez. Finalmente, un tercer aspecto desmotivador ciudadano, unido al segundo, es el de la “renovación de la nada”, muy típico de la clase política canaria y española. Esta parálisis renovadora también afecta por derivación a órganos institucionales de la Comunidad Autónoma, como el Diputado del Común, la Audiencia de Cuentas o el Consejo Consultivo. Y lo último referido es si cabe más preocupante, porque afecta a toda la sociedad canaria, y no sólo a la clase política en sentido estricto. En cuanto a la renovación partidaria, se barajan las cartas, pero la baraja sigue siendo la misma, y los “ases” de toda la vida son los que siempre puntúan once puntos.

En el PSOE sigue mandando Jerónimo Saavedra, ganador efectivo del último congreso archipelágico. En Coalición Canaria recientemente Manuel Hermoso se ofrecía para volver y salvar a Canarias, aludiendo al ejemplo del octogenario ucedista recientemente nombrado máximo responsable de Televisión Española. En el PP nadie se acuerda de quién era en Secretario General del partido antes de Soria. Lorenzo Olarte continúa haciendo sus quimeras en el CCN. Román Rodríguez inventa Nueva Canarias para seguir en la pomada. Sólo José Carlos Mauricio, de entre los históricos de la política canaria, ha desaparecido de la escena. ¿Tendrían los casos ICFEM o Tindaya ?cuyos flecos aún colean- presuntamente algo que ver con la referida desaparición, única efectiva de los históricos de la política autonómica? Incluso Adán Martín intentó recientemente el asalto a la máxima autoridad efectiva del consejo de CajaCanarias sin conseguirlo, y ahora se escucha de nuevo el nombre de Pilar Parejo para vincularse otra vez al turismo archipelágico. Sólo Lanzarote es un caso atípico sensu contrario, afectado por constantes dimisiones y censuras derivadas por crisis y presuntos casos de corrupción sin solución de continuidad.

En las restantes islas, o bien los mismos apellidos se repiten en todos los partidos año tras año, lustro tras lustro, o bien los partidos afectados sufren crisis electorales si cambian sus nombres, como Coalición Canaria en Gran Canaria o el PP en Fuerteventura. Entonces: ¿Dónde está la auténtica renovación? Una renovación que se precisa cada vez más necesaria ante la actual situación de crisis política y socioeconómica, ante lo presenciado en el último y reciente debate del estado de la nacionalidad. Ya ni se renovará a corto-medio plazo el modelo productivo archipelágico. El Presidente nos lo dijo en el mencionado debate: el paro sólo se conseguirá bajar en las islas con el cemento y el turismo. El “más talento y menos cemento” deberá seguir esperando, como la reforma electoral archipelágica. Una ausencia de renovación partidista que ha atenazado y viciado la imprescindible reforma electoral autonómica. Los defectos del actual sistema electoral canario podrían sintetizarse en tres aspectos: en la ausencia de una lista regional produce un efecto desproporcional en el valor del voto (uno en El Hierro equivale a casi 20 en Gran Canaria); en que el número de diputados de cada isla se fija en función de paridades establecidas políticamente para compensar intereses previos a los electorales, y no de su población; y en que establece un tope del 30% de los votos en cada circunscripción o un 6% autonómico, que dejó sin valor representativo en 2007 casi el 20% de los sufragios ciudadanos canarios.

La renovación de cuadros partidistas, la renovación política y la renovación estructural deben producirse, pues, cuanto antes en las islas. Porque el tiempo de espera es tiempo perdido. Pero ya nos dejó dicho Kant que del deber ser al ser hay un gran trecho. Los partidos políticos fueron el resultado de la quiebra de la sociedad tradicional o feudal y de su paso a la sociedad industrial. El mundo burgués, posterior a las revoluciones en Inglaterra y Francia, y más tarde en toda Europa y también en Canarias con sus peculiaridades específicas, requirió de formas de organización política que sustituyeron a las estamentarias o corporativas por nuevos modos de organización, dependientes de grupos políticos organizados con reglas claras para la circulación de la clase política y la representación ciudadana. La cuestión es que esa circulación no se ha implementado suficientemente, que esas reglas no se han cumplido todo lo que debieran, y que no han ido, no han evolucionado, con el paso natural del tiempo social y ciudadano. Y Darwin nos bien dejó apuntado lo que sucede con los factores estáticos en la teoría de la evolución.

José Carlos Gil Marín

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