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La resaca electoral

Rafael González Morera / Rafael González Morera

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La indiferencia de los ciudadanos ha alcanzado una cota muy similar al de las anteriores europeas. Entonces se batió un récord negativo. Cinco años después se ha mantenido. La participación solo se ha movido del 45,14% al 46,01%. Algunos líderes se consolaron ayer con que la participación ha sido superior a la media europea, pero el ganador lo ha sido con el apoyo de seis millones de personas de los casi 47 que forman la población española.

En el balcón de Génova no faltó nadie. Ni siquiera Esperanza Aguirre, que un año antes no esperó ni 24 horas para cuestionar a su líder. La victoria fue presentada en la sede del PP como el inicio del cambio político que debe culminar en las próximas generales. La parafernalia fue la de las grandes noches, pero su principal efecto es de consumo interno: el abrazo entre Rajoy y los críticos (Aguirre y Mayor Oreja), escenificado en la propia balconada. Pero para mi que este romance no va a durar mucho tiempo. Habrá que esperar al otoño, máximo hacia final de año, y ya verán como salen a relucir otra vez los cuchillos largos.

Pero un factor de preocupación para los socialistas será la debilidad de sus tradicionales feudos. En Cataluña ha bajado su cotización, pero mantiene una distancia cómoda con el resto de partidos. En Andalucía y Extremadura, sin embargo, el Partido Popular les pisa los talones. La bipolarización dio un paso atrás, lo que benefició casi en exclusiva a la formación de Rosa Díez, que a costa de arrancar casi medio millón de votos a los dos grandes se ha hecho también un hueco en el Parlamento Europeo.

Los dos restantes grupos han mantenido el tipo, lo que no es poco. El nuevo líder de Izquierda Unida (IU), Cayo Lara, aunque haya perdido votos, pudo mantener sus escaños y revalidar así su nuevo liderazgo, aunque es evidente que IU sigue bajando en cada cita electoral, y ahora se ve amenazada a nivel estatal por UPyD de Rosa Díez. Pero unida a la gran abstención, otra alternativa cosechó un apoyo significativo, el voto en blanco, que se convierte cada vez más en protagonista electoral. En el conjunto de España 220.000 personas expresaron así su descontento con la forma de hacer política, se molestaron de ir a las urnas, cumplieron con su deber moral electora, pero no quisieron votarle a ningún partido y lo hicieron en blanco. Otra llamada de atención.

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