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La Roja y el Gafe
Y con ello, de cuántos complejos y frustraciones revela la magna celebración de una apoteosis como la victoria en una Eurocopa. Sin embargo, lo que más me ha sorprendido de la hazaña española en Suiza y Austria es la mezquindad con la que un sector de la derechona quería aguar la fiesta antes de tiempo: me refiero a la puesta en marcha de la web zapateronovayas.com. que se vanagloriaba de haber impedido por petición popular su presencia en las semifinales ante Rusia y que incluso imploraba que ZP “se quedara en la Moncloa” porque el 95,3% de los 1.500 internautas que participaron en un sondeo así se lo suplicaban. Luego, jaleado por diarios afines, la especie cobró forma y yo la oí en los prolegómenos del bar donde vi el partido: Zapatero era un gafe y la final ya estaba perdida.
Nada se decía, sin embargo, de Mariano Rajoy, también presente en el Ernst Happel de Viena, y del que se sabía a ciencia cierta que había sucumbido por goleada en dos elecciones. El mal fario era de Zapatero y nada más que suyo. Luego, cuando el presidente aclaró que era justamente al contrario, que las dos finales de fútbol a las que asistió las ganaron equipos españoles, todo quedó en nada. Pero la maledicencia se intentó, y si llega a perder España estoy seguro que habría sido de nuevo esparcida para mezclar deporte y política y entre tanto río revuelto, que los pescadores de antaño hiciesen capturas hogaño. Conociendo a este pueblo supersticioso, freudiano y aficionado a los malos poetas, sabían donde echaban las redes.
Sin embargo, nada he escuchado a la otra parte contratante politizar el nombre de “la Roja” con el que se ha hecho globalmente conocida la selección española. Podría haberse equiparado a las izquierdas, a los zurdos de ideas, a los progresistas de corazón, haber enseñoreado el color del PSOE o de Izquierda Unida o de los comunistas. Nadie lo hizo porque quizás aún queda pudor en estas lindes para no aprovecharse de la ignorancia o de la demagogia. Y muy al contrario, la bandera española fue por una vez ?y quizás sirva de precedente- la enseña de todos. Pero quede para los anales de la historia balompédica, junto al valioso trofeo alcanzado y la gesta conseguida, esa ruindad política que pretendía sacar tajada hasta del fútbol y que quedó consagrada como verdadero ridículo. Y es que, también en esto, somos campeones de Europa, aunque nadie lo diga y por ello a veces se nos conozca también fuera de nuestras fronteras.
Federico Utrera
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