Espacio de opinión de Canarias Ahora
59 segundos con Soria
Soria no empleó la táctica del “pío pío” sino la del “ping pong” que ya usó anteriormente en los desayunos de TVE y en la célebre rueda de prensa de Génova 13 donde para explicar la dimisión de María San Gil en su ponencia dijo que no la entendía porque se llevaba maravillosamente bien con ella (nada se sabía entonces del famoso SMS). Porque Soria lo niega todo, lo rebota todo, lo desmiente todo y ya no da titulares quizás porque es consciente de que cada vez que pretende ser ingenioso mete la pata (Gago dixit) y no calibra bien el impacto de sus palabras (sus insultos a Zapatero, Saavedra o Mayoral jalonan ya irremediablemente su biografía tanto como su inicial defensa de los presuntos casos de corrupción en Mogán, Telde, Santa Brígida, etc...).
Pero a nivel nacional el engaño, la distracción o la desmemoria es más complicada y sabiéndose ahora en el punto de mira de tantos, Soria optó por emular a Don Tancredo, mostrar un cinismo absoluto ?la defensa que hizo de San Gil habrá ruborizado incluso a ella misma? y pertrecharse en los cuatro tópicos del discurso habitual de cualquier político de cualquier partido sobre transparencia, democracia, libertad, igualdad, etc. Y le salió bien: no encandiló a nadie, pero tampoco se dejó cazar por nadie, aprovechando que los buenos periodistas presentes no le apretaron demasiado. Sólo tuvo un error ?no es mal balance? cuando dijo que el PP celebra ya primarias para elegir a sus candidatos, pues los militantes escogen a sus compromisarios y éstos a la dirección del partido. Esto, después de ver la trabajosa victoria de Obama sobre Clinton, dicho por el dirigente que, según un equipo de investigación de El Mundo compuesto por diez periodistas ?entre los que no estaba Teresa Cruz?, celebró la elección de compromisarios del PP menos democrática y más marrullera de toda España (sólo celebró elecciones en 5 de las 63 sedes y eligió “a dedo” a los compromisarios de Tenerife, Lanzarote y La Gomera), tiene cierta gracia. Pero a la 01.30 (hora peninsular), cuando concluyó el debate, ya nadie estaba para risas sino para bostezos... Federico Utrera
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