Espacio de opinión de Canarias Ahora
Surrealismo pactista
El pacto CCN-PP, ayer anunciado, tras la alianza Coalición Canaria-Nueva Canarias (que acercó al agua y al aceite), es ya una realidad. Coyuntural, pero realidad electoralista. ¿Qué lleva diciendo Román Rodríguez de Paulino Rivero desde que Adán Martín fue elegido candidato a Presidente del Gobierno de Canarias en 2003, después de que Román fuera elegido como fue por una carta de Lorenzo Olarte que todo lo dinamitó políticamente en aquel momento?
Pues bien, reflexionemos? Un nacionalismo, de donde sea, o es independentista o no es. Todo lo demás son barnices que edulcoran otros interés. Desde las revoluciones liberales del siglo XVIII y del siglo XIX europeo, el nacionalismo es el arma de las naciones sin Estado para alcanzar su fin organizativo diferenciado en tanto que comunidad unívoca.
Por eso, y en Canarias, tiembla El Hierro por su erupción submarina, anticipo de esa nueva isla que más allá hacia el occidente nacerá algún día en el Atlántico dentro de millones de años, pero también tiemblan los cimientos de un autodefinido nacionalismo político, que carece de una concreción única programática. Cuando todas las campanas sonaban a domingo de gloria tras el pacto alcanzado entre Coalición Canaria y Nueva Canarias, ahora tocan a rebato ante el pacto Centro Canario “nacionalista” de Ignacio González y el Partido Popular liberal conservador ante el 20N, realizado a semejanza de la upenización que desde siempre ha querido para las islas un sector de su derecha más ancestral. Por cierto, que Ignacio González después de hablar de la unidad nos ha dicho que hace lo que hace para evitar la romanización de Coalición Canaria.
¿Dónde está, pues, la pretendida e utópica unidad de acción que todos dicen defender?
¿Veremos alguna vez en verdad unas nuevas islas renacidas políticamente desde la eficacia y los proyectos que defiendan el interés general?
En Canarias desde una posición singularizada y coherente que prime nuestra diferenciación en tanto que conjunto de islas con una historia propia archipelágica, o se es insularista o se es independentista. Hasta isleños nos llamó Simón Bolívar, como isleños se nos ha conocido en toda la América entera.
Cualquier otro proyecto que se diga ideológico y que diga ubicarse en tal segmento, es un proyecto inventado. Y así aparecen ahora fantasmas hasta en su seno, como la corriente independista que desde Santa Cruz de Tenerife parece estar formándose en Coalición Canaria.
Un independentismo carente de viabilidad, por cierto, ni económica ni política? Porque Canarias malsubsiste por los recurso ad extra del Estado y de la Unión Europea. Y porque el expansionismo marroquí aliado de Washington estaría ojo avizor para hacer suyas de facto lo que de palabra y en sus mapas permanentemente reclama.
Desde que en 1993 naciera Coalición Canaria de las cenizas políticas del insularismo político de las AIC, de las cenizas del pacto de Betancuria, a los pactos subsiguientes les ha faltado, pues, sistematización programático. Y les ha sobrado cortoplacismo político.
¿Se deja a los pies de los caballos a los aliados herreños y se pacta con el teórico rival político?
La cuestión del poder es tan antigua como la existencia humana misma. Puede decirse que las relaciones sociales, que poseen un condicionamiento histórico determinado por la propia evolución del hombre, extendido a la familia y la comunidad, y de las condiciones materiales que le rodean, se expresan en torno a necesarias relaciones de poder. Desde su perspectiva conflictiva puede explicarse el poder de manera similar a la teoría de la violencia, que resulta anterior a la sociedad estatal, y que solo adquiere carácter político y organizado desde el momento en que aparece el Estado. No obstante, existen manifestaciones muy peculiares del poder institucionalizado, si se quiere, que basta extraerlas de los aportes del marxismo en cuanto al estudio de las distintas formaciones económico-sociales que ha conocido la humanidad, y que anteceden o por lo menos se contraponen teóricamente a la sociedad esclavista, como punto de partida y expresión esencial de la división clasista de la sociedad y origen del fenómeno estatal. La teoría sobre el poder ha encontrado muchos cultivadores también desde épocas remotas. La justificación de la dominación clasista y su legitimación encontraron en la idea del poder político su más efectivo recurso.
Frente a un ineludible conflicto social estructural, no quedaba alternativa alguna que convertir este poder en una fuerza “neutralizadora”, capaz de contener o limitar el conflicto interno de la sociedad. Este es, precisamente, el poder político, supremamente detentado en nuestros días por una institución llamada Estado. Por ende, todo indicio de teorización relativa al poder, desde entonces, responde al afianzamiento clasista, sobre todo en la sociedad de explotación, que ha prevalecido indiscutiblemente en los trazos de la historia humana.
Pretender periodizar este fenómeno resulta complejo y extenso. Y más para el caso canario.
Después de lo de ayer, mucho más si es que ello cabe?
José Carlos Gil MarÃn
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