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La tasa turística sí o no

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El éxito del turismo en Canarias no está en el haber de las instituciones públicas. Como el tráfico de cruceristas que nos cogió en el puerto de Las Palmas sin tener siquiera una estación de recepción más que aquella que utilizaba el viejo jetfoil. No está en el haber y tampoco está en el deber de ningún agente público. Son cosas del mercado.

Las veces que se intentó regular por la vía normativa el turismo se empeoró la situación. El éxito se debe a las condiciones del destino y a un sector de la economía que hace años con los pantalones bajados corrió para dejar atrás el cultivo del tomate y de la platanera e instalarse en el cultivo del turismo. Con éxito incuestionable.

Nuestros ámbitos turísticos padecen la sintomatología de un espacio económico en cierta forma decadente donde se aprecia la ausencia de un proyecto colectivo. Los empresarios y los trabajadores del sector entienden mal como un foco principal de la economía no ocupa mayor atención de las administraciones públicas. Valga como muestra lo difícil de asumir que resulta que unas zonas de tal envergadura económica no tengan un transporte público suficiente o una recogida selectiva de basuras moderna en la forma como disponen en sus ciudades de origen nuestros visitantes.

Los proyectos ejecutados por las instituciones públicas han sido la mitad de la cuarta parte de los posibles entre todos aquellos que pueden dar respuesta a recursos ociosos y se pasó sin solución de continuidad de no disponer de presupuestos a no saber gastarlos. La sucesión de leyes destinadas a contener el crecimiento, llámale las leyes de la moratoria fueron insufribles. El grito de guerra a las instituciones públicas parece ser aleja esas manos de asunto tan importante, si es para condicionar y no para empujar.

Ahora se habla de la ecotasa y se me antoja que ya pasamos por aquí cuando el AIEM , que años después ha devenido en tan solo un capítulo en el presupuesto de ingresos de la comunidad autónoma a riesgo improbable de que el turista pague más aquí por la cerveza alemana que en Alemania. Su influencia en la estructura económica no existe.

Simulemos que queremos resolver el asunto como en California donde se dirimen los asuntos fiscales consultando directamente al ciudadano con derecho a voto.

Así las cosas, del Parlamento solo saldría la pregunta nunca la respuesta en un ejercicio de humildad, pero también de responsabilidad. Y de oportunidad. Los pactos, las mayorías que se conforman con esa sensación legítima de que al estar elegidos estoy encima de la ley quedarían anulados con este ejercicio, el ciudadano que va a votar no es necio y sólo necesita la pregunta correcta.

Una pregunta puede ser ¿quieres una tasa turística destinada a tal fin que paguen los turistas por utilizar cuando vienen y cuando quieren las cosas de tu patrimonio ya sea natural o histórico, también las infraestructuras que nadie ignora que son tuyas? Seguro que antes de contestar necesitarían saber cuál es el tal fin que no hemos concretado en la pregunta y que es el destino final de la cantidad recaudada. El veredicto lo desconozco. Pero seguro que el resultado será al menos igual de confiable que un pacto urdido en el Parlamento.

Una tasa turística no es algo extravagante. Camina hacia el número de ciento cincuenta las ciudades europeas que lo han implantado con nombre de sabor más histórico que turístico, aunque una y otra condición suelen estar muy relacionadas. Pienso en Agrigento, Utrecht o Roma.

Lo primero para mí que no sé si me iban a convocar al voto seria dilucidar si el destino es maduro o inmaduro. Porque entiendo que la tasa se justifica mejor por mantener la competitividad de un destino maduro que en desarrollar otro que no tiene otra opción que ser ejecutado por la inversión privada.

Porque para inversiones públicas hay, aquí y ahora, no siempre lo hubo, presupuesto bastante. Y no se liquida. Vale recordar a Mark Twain, el hombre es el único animal que come sin hambre, bebe sin sed y habla sin tener que decir. Algunos quieren cobrar tasas que no se van a gastar.

Hoy sobra el dinero, pero faltan ideas o acaso resolución. Pensemos en Gran Canaria y asumamos que los dos municipios turísticos son en este menester, políticamente ayuntamientos fallidos. Y si se nos ocurre una buena idea, el Consorcio de Maspalomas, termina por ser una oficina de contratación de la irrelevancia.

El presidente del gobierno canario dice que prudencia. El partido Podemos le apremia sin que la coyuntura apriete. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, dicen al estilo Franklin. El sector económico contesta con frase otra vez de Mark Twain, no dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana. Y razona con criterio, que en Baleares y Cataluña lugares donde la tasa sí está implementada, no ha servido para mejorar el espacio o las infraestructuras turísticas y añaden que con la recaudación prevista de 180 millones no se va a hacer nada que no se haga con los 2.700 millones de euros que ya se recaudan del sector turístico“. Y creo que aciertan.

Al final, vuelvo al inicio del laberinto, pensemos que diría el ciudadano consultado al estilo californiano. Por cierto, que en Creta cobran un euro y medio por habitación y día. Y ya no tienen laberinto. Nunca lo tuvieron.

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