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Urgencia de un cambio de modelo turístico

José Francisco Fernández Belda / José Fco. Fernández Belda

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Estando en vísperas electorales no es bueno para este asunto entrar en discusiones de política partidista, porque el debate corre el serio riesgo de viciarse de antemano por factores ajenos totalmente al futuro del turismo en Canarias. Menos aún estando además en la Semana Santa, tiempo por otro lado de penitencia por el pecado de haber votado a los políticos que sufrimos y cuyas acciones nos presagian tiempos de llanto y crujir de dientes.Es de todo punto incomprensible, en lógica económica, que se sigua hablando de construir nuevas camas a pesar del ya evidente y estrepitoso agotamiento del aún vigente modelo de desarrollo económico turístico basado en el alojamiento, tanto en hoteles como en apartamentos (estos últimos base de una especie de capitalismo popular muy beneficioso en los años 60 y 70), modelo que ha podido sobrevivir con mucho esfuerzo a varias crisis gracias al indudable atractivo que constituye el clima primaveral, el Sol y la playa, dones con que la naturaleza ha bendecido a estas Islas sin mérito alguno por nuestra parte.Resulta evidente que, en general, la rentabilidad que obtenían los propietarios de los complejos de apartamentos ya es cosa del pasado, no porque estén obsoletos como se dice, sino debido al bajísimo y ruinoso nivel de precios con que los hoteles de aceptable calidad constructiva, pero de pésimos servicios, pretenden conseguir ocupación a toda costa. Cabe preguntarse entonces cual es el interés real de esos empresarios, que dicen querer invertir cantidades multimillonarias en negocios de dudosa rentabilidad. Una primera pregunta que cabría plantear a esos mismos constructores, ahora con una división de hostelería, es si estarían dispuestos a ese “sacrificio” si no fuera porque el saltarse una barrera contra la libertad de establecimiento, la Moratoria en el fondo no es casi más que eso, no estuviera premiado con una multitud de subvenciones y ayudas públicas, incentivos regionales, fondos RIC, etc., que edulcoran la cuenta de resultados gracias a no tener que operar en un mercado libre sino en otro intervenido y favorecido por la política. Sorprende muchísimo advertir como los mismos que dicen estar preocupados porque no se construyan mas hoteles, miran hacia otro lado cuando lo que se destruye es el medio natural rural y quien fabrica somos nosotros mismos al pretender convertir viejas casas en pueblos del interior y aledaños en edificios de varias plantas, con los bidones en las azoteas como si fueran atentos vigías oteando el horizonte, y sin la menor pretensión de mimetizarse con el entorno. O cuando dicen proteger el bello paisaje natural y la agricultura que lo complementa cubriendo de mares de plástico las fincas. Si de lo que realmente se tratara fuera de preservar las bellezas del paisaje ¿para cuando esa otra moratoria constructiva, que no turística?Creo que el agotamiento del modelo anterior, que fue buenísimo para sacarnos de la pobreza, la miseria, el caciquismo y la emigración, exige ahora un esfuerzo imaginativo en la búsqueda de nuevas fórmulas para replantear el futuro turístico. El nuevo cliente, al menos una buena parte de la demanda que busca en Internet, no parece estar interesado en alojamiento cinco estrellas sino una oferta de ocio y servicios de diez estrellas que le haga atractivo repetir las vacaciones en el Archipiélago, no sólo en una isla. Ese sería un campo poco explorado y explotado para invertir la RIC y lo que no es la RIC, que sólo está limitado por la capacidad de imaginación de las personas, siempre que la política se mantenga al margen y no coarte la imaginación y la libre iniciativa de tantos jóvenes que podrían encontrar su futuro como empresarios en el sector turístico. Pero de verdad, no como anuncia la publicidad gubernamental poco realista del Gobierno de Canarias, una tierra única. (A propósito, ¿lleva o no lleva una coma después de Canarias? ¡Esa es la cuestión, Adán y Parejo!).Es la sociedad en marcha la que encontrará la solución, sin buscar el apoyo público de la Consejería de Turismo, cuyo fracaso en favorecer promociones acertadas e imaginativas salta a la vista al tiempo que también asalta la cartera de los contribuyentes con campañas de dudosa eficacia, aunque cada vez sean más costosas. El 22% de descenso en el número de visitantes, desde 2003 hasta hoy, junto con la disminución de la estancia media en un 20%, más o menos y en el mismo periodo, debería urgir a hacer reflexionar y advertir que las cosas no van bien y que los actuales políticos al frente de la Consejería deberían de dejar de hacer esos balances triunfalistas y enfrentarse con la realidad objetiva y con la ruina de muchos pequeños empresarios turísticos. Ni aunque cambien las caras o las siglas políticas, cambiará la realidad si se sigue apostando por más de lo mismo y sin percatarse de que nuestros competidores cercanos están en la misma línea. ¿Qué son si no las 25.000 camas hoteleras construyéndose en Agadir, por poner tan sólo un ejemplo palmario?

José Fco. Fernández Belda

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