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La ONU da al mundo un ultimátum sobre el cambio climático

Teo Mesa

En días pasados nos ha informado la ONU, en una advertencia más, de los peligros del creciente calentamiento global y nos ha dado a los pobladores del mundo un ultimátum, por medio de los informes de los científicos del IPCC (Panel Internacional de Expertos del Cambio Climático) quienes trabajan para esa institución, en este primordial asunto de tantísima importancia para la vida en la Tierra. Aconseja la urgente reducción de 1’5 grados antes del año 2030; es decir, antes de los doce años que restan para esa fecha. Para ello prefijan, que se debe imperiosamente aminorar las emisiones de CO2 en un 45% durante ese estimado periodo, para evitar tremendas catástrofes meteorológicas y sobre la vida de tantas especies. O que cada año se disminuyan entre un 7 y 10%.

En este concluyente cálculo, después de los estudios realizados, han participado 91 de 40 países, acreditados eruditos sobre el tema climático. Informan asimismo, que ya con 10C que ha experimentado el clima hasta ahora, sería aún más calamitoso con los prefijados 2ºC hasta el año 2030. Y en este propósito y bajo sus tesis, afirman: “Ya estamos viendo las consecuencias del calentamiento de 1ºC en forma de fenómenos meteorológicos extremos o subida del nivel del mar”.

Opinan, con toda la razón que les asiste en sus continuadas investigaciones, que la anterior evaluación prefijada en los 2 grados hasta dicho año, es ahora inaconsejable, porque nos llevaría a indeterminadas catástrofes climáticas continuadas. El medio grado que aconsejan los científicos que sea inexcusablemente rebajado con el mayor apremio hará que no se produzcan mortalidades en animales y plantas, en los ecosistemas y en toda la biodiversidad existente sobre el planeta, por los excesos de calor que se producirán por el efecto invernadero.

Ante la propuesta anterior, de reducir en 2 grados hasta llegar al año 2050 -que debido a la delicada e in crescendo situación actual, se revoca totalmente, por la ONU-, según se había confirmado en la cumbre de París del cambio climático, reunida en noviembre del año 2011. Esta ha sido la resolución de los científicos aludidos quienes pertenecen, en parte, a los 195 de los países firmantes de los acuerdos, ante la desidia, la irresponsabilidad y la inconsciencia de las potencias desarrolladas tecnológicamente, quienes no han cumplido con ese compromiso suscrito en dicha asamblea. Todas las naciones han continuado con sus indolencias y alegremente, como si nada pasara, con las emisiones de CO2 a la biosfera. Todos los Estados tienen que hacer caja en sus empresas, para seguir en la cúspide de las potentes naciones mundiales. Lo importante es el vil metal. ¡Y allá pena¡

Hay que lamentar la irresponsabilidad y mentecatez de los seres humanos, que aún después de las amenazas y vistas fehacientemente todas las consecuencias producidas sobre la faz de la Tierra; además de las muchas advertencias de los expertos climáticos y versados ecologistas, continuamos con el uso de energías fósiles. Esta es la consecuencia de haber hecho subir las venenosas emisiones de dióxido de carbono, metanos y dióxidos de hidrógenos, etc., a la atmósfera, las cuales aumentaron las temperaturas atmosféricas, más que nunca, en 2017, muy a pesar del compromiso firmado en los últimos acuerdos de París (2011), y en precedentes asambleas, que desde 1997 se celebran en el mundo, con el primer Protocolo de Kioto.

Esta advertencia a toda la Humanidad ya había sido firmada, como medida de toma de conciencia y muy seria resolución, por 15.000 científicos de 184 países de todo el mundo, entre ellos todos los Premios Nobel. Era la segunda vez en 25 años que los científicos de todo el mundo se habían manifestado sensatamente y sobre las “irreversibles” consecuencias para todos los seres vivos y para nuestro planeta. Desde el año 1992 (en la que firmaron 1.700 científicos), el clima y sus deterioros se han acrecentado, año tras año y sin parar. No ha habido una mejoría y sensibilizarnos en la disminución de los perniciosos gases de efectos invernaderos, en este grave problema en el que nos jugamos la vida.

Por ello advertían, con toda la autoridad de sapientes: “La Humanidad no está tomando las medidas urgentes necesarias para proteger nuestra biosfera en peligro”. Los daños al planeta continúan, decían, y “de manera alarmante, la mayoría están empeorando”. Hicieron los científicos una proclama de actuación en 13 compromisos en las que evitar las emisiones y por los peligros que se avecinan. Solo se ha logrado disminuir, en un prudente compromiso, los deterioros de la capa de ozono, por la prohibición de los CFC. Pero, sin embargo, los productos de la quema de combustibles fósiles no han sido posible, por el egoísmo e ineptitud de seguir con estos carburantes para la industria y los automóviles.

De no reducirse esta cifra, de 2º C a 1’5ºC, en los doce años próximos que prefija la ONU, el impacto será tan destruyente para el medio ambiente y muy lamentable para las especies vivas (que de hecho cada día 150 especies vivas se extinguen en el planeta, causadas por el hombre; la deforestación de los últimos 15 años ha puesto en peligro de muerte de, al menos, 500 especies; los polinizadores del cultivo agrícola causan la muerte de miles de especies, especialmente en las imprescindibles abejas para la polinización agrícola).

Tendremos que cambiar, inexcusablemente, los hábitos de vida si no se quiere llegar a extremos irreversibles de catástrofes climáticas, como ya ocurren frecuentemente. Lo producido en San Llorenç en Mallorca, es una prueba más del loquinario clima que hemos generado. Ni los pronósticos informáticos de Aemet pudieron detectar tan drástica anomalía en la variación del microclima.

En España, sobre la que la ONU advierte del exceso de CO2, junto a los metanos y dióxidos de nitrógeno, y otros, tendrá graves consecuencias climáticas y medioambientales, escasez de aguas potables y de regadíos; erosiones del suelo -prefacio de las desertizaciones-, anunciando que el 80% del territorio de España está bajo la amenaza de ser un desierto a lo largo de este siglo. Los transportes urbanos, con los terribles gasoiles que queman, por lo que se debe hacer un cambio a las energías de ceros emisiones medioambientales. Y en las erosionadas costas, que por las construcciones de complejos turísticos y de puertos deportivos han hecho de estas que sean vulnerables a las subidas del mar, como consecuencias de las desdichadas licuaciones de los polos terráqueos.

Si no ponemos urgente remedio a esta loquinaria y sinrazón en la irresponsable actuación de los seres humanos, estamos apostando en la ruleta rusa con nuestras vidas, en la carencia de salud, agua, alimentos, deforestación de los bosques (imprescindibles para generar oxígenos), pérdidas del hábitat en los ecosistemas, etc. Y cómo no, comenzar por cada cual de los que habitamos ahora el planeta y dejarlo sano y vivible a las futuras generaciones. Debemos tener un razonado comportamiento ecologista; reprochar y demandar a todos los dirigentes políticos que no cumplan con esta demanda e ineludible obligación contra la alteración del buen clima y de una atmósfera limpia y respirable.

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