Una lista a la que añadiría la bravura del Gobierno paulinés ante el central para agradar a Rajoy y llamar a los nacionalistas a la unidad bajo ATI-CC para que Canarias (ellos, o sea), tenga voz en el Congreso de los Diputados. Tiene razón el amigo que les dije al quejarse de que la primera línea informativa la determine el mezquino universo de los partidos donde se reduce la política a una campaña electoral permanente para ganar o no perder posiciones. No son pocos los lectores quejosos de que cuanto se salga de los dimes y diretes partidistas no existe. Tienen razón al culparnos a los periodistas de no ser capaces de superar el autismo del Gobierno. Pero no hay manera. No se ha enterado el Gobierno, por ejemplo, de que hay una crisis turística. Tampoco le ocupan, ni siquiera se sabe si le preocupan, los bajos salarios, zarandeados, además, por el encarecimiento de la vida y las hipotecas con sus secuelas de impagos crecientes y notoria disminución del consumo. Lo que debe vincularse al paralelo aumento de las familias que no llegan a final de mes, de las que no pueden afrontar sus deudas y el de quienes están en el umbral de la pobreza. No se le conoce ni un mal análisis público de estos asuntos para que los de a pie sepamos a qué atenernos. Lo mismo ocurre con la política energética. No se le ocurrió sino tirar del gas, otro fósil, de la peor de las maneras. Y nada les digo de la eólica; o de los transportes interinsulares y las comunicaciones con el exterior, en franco deterioro; o del desmoronamiento de la Sanidad, ya entre las peores de España. En muchos casos con una política privatizadora que no ha mejorado las prestaciones al ciudadano y sí algunas cuentas de las menos corrientes. Por no hablarles de la corrupción ni de la desvergüenza con que llega a pedirse el aplauso para los heroicos autores de semejantes desmanes. Poco sabemos de lo que piensa el Gobierno de todo esto. Si piensa algo, claro.