El espontáneo, haciendo gala de un perfecto inglés y otro perfecto spanish, impecablemente vestido y con aspecto de persona muy educada, se sentó en el salón con el objetivo de formular algunas preguntas a los abogados de Ribbeck. Consiguió su propósito, a pesar de los denonados intentos de Jorge Carballo, contratado por los letrados para la ocasión, de que sólo preguntaran los periodistas. Identificado como turista americano en Gran Canaria y miembro de alguna universidad americana no identificada, el espontáneo quería relacionar a los Ribbeck con un incidente en el que, al parecer, algún abogado se hizo pasar por funcionario de la Cruz Roja para hacerse con los contratos de los familiares de las víctimas de un accidente aéreo. Como las respuestas no le gustaron, repartió unas octavillas alusivas a su causa y abandonó la sala. Por la noche, en el hotel Vecindario-Aeropuerto, treinta familias canarias se reunían con este bufete americano para conocer sus propuestas.