Cardona abrió la caja de los truenos, porque a Isabel Mena le bastó con recordar los doce años que Cardona y los suyos estuvieron al frente de un Ayuntamiento que todos sabemos como quedó desde el punto de vista del urbanismo, de las inversiones en la periferia y de las cuentas, las sentencias judiciales adversas y la corrupción. ¿Corrupción? ¿Hemos dicho corrupción? La palabra que más encoleriza a Cardona, sin duda. Si a alguien se le ocurre en su presencia hacer la mínima referencia a asuntos tan oscuros como el Canódromo, en el que tuvo participación directa, se arriesga seriamente a ser víctima de una catarata de improperios y de gestos violentos que pueden llegar incluso a amagos de agresión. Y no no hay en esto ni una pizca de exageración. Aún está a tiempo el alcalde de la ciudad más importante de Canarias de corregir su comportamiento y desahogar sus frustraciones, si las tiene, con actividades alejadas de la política y del cargo público por el que todos le pagamos.