Todavía no han salido de su asombro los empresarios y profesionales que acudieron este sábado a Maspalomas a escuchar a Paulino Rivero, a José Miguel Bravo de Laguna y a Marco Aurelio Pérez presentar el Plan de Dinamización y Modernización de San Bartolomé de Tirajana. Una iniciativa que en apariencia podría suponer una respuesta decidida por resolver los graves e históricos problemas de la ciudad turística grancanaria se ha vuelto en realidad en un profundo motivo de preocupación, no solamente para los empresarios de la construcción y del turismo, sino también para los profesionales de esos sectores, particularmente arquitectos e ingenieros. Todos coincidían al término del encuentro en una apreciación bastante alarmante: las instituciones acaban de certificar la muerte del Consorcio para la Rehabilitación Turística del Sur de Gran Canaria, que tiene exactamente esos mismos fines, pero que cuenta con la financiación, además, de la Secretaría de Estado de Turismo. Durante sus escasos años de vida, ya se veía venir que a determinados cargos públicos le resultaba incómodo ese órgano cuatripartito (Ayuntamiento, Cabildo y gobiernos de Canarias y España), quizás porque de tanto hablar de consenso se les ha olvidado en qué consiste. En su lugar, nuestros padres de la patria han decidido que sea ese engendro empresarial que se llama Gesplan quien gestione el asunto. ¿Más operatividad? Seguramente. ¿Mejores resultados? Imposible de saber. ¿Daño a la iniciativa privada? El máximo.