Sin menospreciar detalles que podrían parecer insignificantes pero que no lo son, como el hecho de que los informes del CNI nunca llevan hora, como se empeña el Gobierno, conviene tener en cuenta lo que dicen las voces expertas que nos han echado una mano para desentrañar este nuevo montaje. El documento del CNI aportado por el dúo de ministros portavoces presenta algunas otras anomalías destacables: no está clasificado, es decir, en ninguna parte se especifica el rango del documento (confidencial, reservado o secreto), ni el grado de valoración de las fuentes utilizadas o la fiabilidad del procedimiento de obtención de la información. Son claves, para las que se utilizan letras y números, que siempre aparecen en estos documentos y que en el que enseñó el Gobierno no están. Sí aparece un párrafo concreto totalmente tachado con rotulador grueso, al parecer para tratar de preservar las fuentes del CNI. Esta explicación sería falsa puesto que los servicios de inteligencia jamás incluyen en sus informes externos (como es el caso de los que se envían a Presidencia) los nombres de sus fuentes.