El periódico El Día, buque insignia del proyecto multimedia de Editorial Leoncio Rodríguez, se despachó el cierre de su emisora de radio con un cochambroso y peripatético editorial cargado de insultos, imprecaciones y reproches infames más propios de empresarios de tres al cuarto derrotados por su propia mediocridad que de un emprendedor que un día quiso ser el faro de Nivaria, el más galardonado, el más brillante mantenedor de juegos florales, el punto de referencia del buen hacer empresarial y periodístico de la isla de Tenerife. José Rodríguez Ramírez dio este lunes un nuevo y gigantesco paso hacia el abismo en el que se ha empeñado en sepultarse él y sepultar a la firma periodística de más de cien años de historia que heredó de su tío Leoncio. Al tiempo que mantiene recursos en los tribunales contra el concurso de asignación de frecuencias, de cuyo resultado -negativo a todas luces para su empresa- culpa directamente a Paulino Rivero, cierra su emisora sin esperar una resolución judicial que le pudiera ser favorable. Lejos de reconocer que quizás su oferta al concurso fue mala o defectuosa, Rodríguez reprocha que no se le concediera frecuencia tratándose de él y de la mercantil que representa, méritos estos que ningún concurso podría premiar jamás por mucho que nos podamos encontrar ante un prohombre tan singular. Más parece que las consecuencias de ese concurso hayan venido como anillo al dedo a su política de drástica reducción de recortes de plantilla ante las fuertes pérdidas que viene acumulando Editorial Leoncio Rodríguez y sus filiales estos últimos ejercicios económicos.