La filosofía de Lyng estribaba en que, conociendo el mundo entero por su condición de navegante, Canarias tenía un clima único. Lo suyo era empírico y nada de prurito. Partiendo de ahí todo lo demás era más fácil. Por eso le sorprendió que se impusiera la moratoria porque entendía que Canarias aún podía crecer mucho, y siendo el futuro así de bonito a su modo de ver, por qué dejar escapar el negocio. Casi todos los empresarios ante los nubarrones recortan costes, pero Lyng siempre entendía que era mejor dedicar los esfuerzos a ganar más. Durante mucho tiempo, los empresarios se clasificaban en dos grupos: todos menos uno y Lyng. No era extraño a la política y fue teniente de alcalde en su pueblo natal. Ahora recibirá merecidos elogios en él cuando le den la definitiva bienvenida. Además, sepan que este periódico tiene motivos concretos para despedirse de Björn Lyng con agradecimiento por algo que no debemos desvelar por ahora y por discreción.