Una espesa capa de calima parece haber tapado por completo el incidente ocurrido hace unas semanas en un avión alquilado por Binter para realizar un vuelo Fuerteventura-Gran Canaria. Como recordarán, dos agentes de Aduanas entregaban al comandante sus respectivas armas reglamentarias cuando se disparó una de ellas y una bala perforó la cabina para terminar impactando en un avión de Hapag Lloyd, estacionado a cien metros del ATR donde se produjo la detonación. Los sindicatos están que se suben por las paredes por el secretismo impuesto a las investigaciones y todo el mundo se pregunta si el accidente se debió finalmente a un acto de impericia, de irresponsabilidad o de absoluta negligencia de la persona que tenía la pistola en la mano en momento tan dramático. Y qué demonios hacía una bala en la recámara, que ésa es otra.