Es de elogiar, cómo no, el cariño, el reconocimiento y la solidaridad ciudadana e institucional que ha despertado la muerte de tres trabajadores públicos que se ocupaban de la seguridad y de la atención a las víctimas de accidentes en Canarias. Ya saben que a Adán Martín y Soria les faltó tiempo para coger un helicóptero de emergencias y plantarse en el lugar del accidente para demostrar su preocupación y coordinar (sic) las tareas de rescate de las víctimas de los dos accidentes de Chira. Pero ese cariño, esa solidaridad y esa preocupación choca de bruces con el mal trato que a diario reciben los trabajadores de la salud y de las emergencias en Canarias. Los viudos de las tres víctimas no podrán percibir indemnización alguna de la Seguridad Social sencillamente porque sus cónyuges estaban vinculados al servicio canario de emergencias por un contrato mercantil, Es decir, eran trabajadores autónomos y, salvo el caso de que tuvieran contratados seguros privados, sus feudos se quedan en la calle y sin llavín. Todo el personal de ambulancias medicalizadas se encuentra en esa situación, con lo que eso tiene de inestabilidad. Así y todo, ya ven cómo se entregan por los demás a pesar de los demás.