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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Las horas más bajas (y gamberras) de Coalición Canaria

El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, junto a la vicepresidenta, Patricia Hernández.

Carlos Sosa

Se acercan los minutos de descuento para la supervivencia del pacto de Gobierno de Canarias y nadie a estas alturas parece en disposición de deshacer el entuerto. Las traiciones de Coalición Canaria a su socio, el PSOE, con el detonante último de la moción de censura de Granadilla, han transitado desde el mea culpa entonado en un primer por José Miguel Barragán (secretario general de los nacionalistas) a la estúpida maniobra de endosarle a los socialistas una supuesta maniobra de traición con el Partido Popular, con quien estarían negociando una imposible moción de censura en unión de Nueva Canarias. Bastaba preguntar al tercer agente en liza, el partido de Román Rodríguez, para que esa nueva intentona de culpar de la debilidad del pacto al PSOE acabara arrastrada por los suelos: nadie ha hablado con el ex presidente de una escaramuza así. Si los cinco votos de Nueva Canarias son imprescindibles para una operación de descabalgamiento de Coalición Canaria y no ha habido contacto con ese partido, ¿de qué censura se ha estado hablando tanto estos últimos días?

Pero hay más: cualquiera que telefoneara a la vicepresidenta del Gobierno, la socialista Patricia Hernández, para preguntarle sobre tal algarabía descubría de inmediato que nadie había contado con ella y que, de haber llegado tan estrambótico momento, los promotores se tropezarían con su total oposición: “Yo no me veo de presidenta de un Gobierno con Asier Antona [el líder del PP canario] de vicepresidente”. Fin de la cita. Fin de la operación.

Cuando CC filtró a La Provincia, a través del viceconsejero de Comunicación, José Luis Méndez, el rumor de que se cocía una moción de censura contra Clavijo, los nacionalistas se encontraban en una difícil encrucijada: en sus filas reinaba una mezcla peligrosa de desconcierto e indignación por el modo en que se estaba llevando la operación de reconciliación con los socialistas. Carlos Alonso continuaba con sus andanadas de ofensas a gogó; saltaba a la opinión pública la obscena Ley Plasencia de reconstrucción de las salvajadas delictivas de los areneros en los barrancos de Güímar con dinero de todos los canarios, y el presidente Clavijo se reunía con las federaciones de cabildos y ayuntamientos para continuar con su plan de reparto de los famosos fondos del IGTE, pomposamente bautizados como Fondo de Desarrollo de Canarias (Fedcan), contraviniendo los preceptos del decreto pactado con los socialistas y haciendo el último feo público a su vicepresidenta: “Si Patricia quiere dinero para el Plan de Empleo, que se lo busque”.

Se refería Clavijo a los 48 millones de euros que en el seno del Gobierno se habían pactado para aplicar un nuevo esfuerzo inversor en la lucha contra el desempleo en Canarias. 48 millones que en realidad formaban parte de un lote en el que se incluían otros 100 para obras públicas, en concreto para el Plan de Carreteras, abandonado por el Gobierno nacional del PP con un agujero que ya suma 700 millones de euros en estos cuatro años y pico de tiranía de Rajoy. Además, en el reparto pactado había 9 millones para destinarlo al déficit eterno de la sanidad isleña, y otros cuatro para la Consejería de Agricultura del herreño Narvay Quintero.

Clavijo, sin embargo, prefiere repartir esos 1.600 millones previstos para la próxima década entre ayuntamientos y cabildos, en algunos casos para pagar facturas de obras ya realizadas, y en otros más sangrantes, como la propuesta del Ayuntamiento de Arrecife, para teléfonos móviles y tabletas. Es decir, para cambiar el modelo productivo de Canarias, como rumbosamente ha repetido hasta hacer el ridículo el presidente regional.

Un ambiente irrespirable

Mientras tanto, las tensiones y las desconfianzas en el Consejo de Gobierno se incrementaban a un ritmo preocupante, acrecentadas por la operación de la consejera de Hacienda de cerrar los presupuestos y colgarse del cuello la llave de cualquier operación, con el consiguiente control sobre todas las consejerías, particularmente las socialistas.

Ante este panorama, el PSOE no se conformaba ni mucho menos con los cínicos gestos de CC de devolverle ayuntamientos como el del Puerto de la Cruz. En los papeles que se han intercambiado los negociadores de este divorcio inverso se incluyen cuestiones muy concretas de la gestión del Gobierno del día a día, entre otras la de permitir una vigilancia más estricta por parte del PSOE de las trapisondas en la Consejería de Hacienda. Y a eso, cómo no, se oponen los nacionalistas.

La guinda la puso el pacto que Clavijo cerró con Asier Antona para los nuevos y disparatados nombramientos en la Radiotelevisión Canaria. El presidente ya tiene en su palmarés un acuerdo con el PP, algo de lo que siempre rehuía cuando se la acusaba de esa inclinación: “Hasta ahora el único que ha pactado con el PP ha sido Paulino”, repetía a los que se lo afeábamos. Esa línea roja ya la rebasó, y por eso los suyos quieren ahora que parezca que los traidores son los del PSOE. Imposible mayor descaro.

La filtración del supuesto intento de moción de censura también pretendía lanzar un mensaje de victimismo para el consumo interno. Dentro de Coalición Canaria se han levantado demasiadas voces estas últimas semanas por la deriva delirante del partido hacia las consignas más retrógradas de la vieja ATI (Agrupación Tinerfeña de Independientes)  en lo que se ha asemejado bastante a un regreso a las ya fenecidas Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), la amalgama de partidos que a principios de la pasada década traicionó a los socialistas (qué tradición, madre) mediante una moción de censura encabezada por el vicepresidente Manuel Hermoso contra el presidente Jerónimo Saavedra y que dio origen a la actual CC. Un ejemplo, aquella censura, de cómo las puede llegar a gastar el rancio insularismo canario reconvertido, por el arte indiscutible de José Carlos Mauricio, en Coalición Canaria.

Ante este escenario tan endiablado, ¿qué puede hacer el PSOE? Poco margen de maniobra le queda si lo que pretende es continuar en el Gobierno. Los puentes de confianza y de entendimiento entre los consejeros socialistas y los nacionalistas están completamente rotos, particularmente los de Patricia Hernández con Fernando Clavijo. Y la de todos los consejeros del PSOE con la consejera de Hacienda, Rosa Dávila. Cada Consejo de Gobierno es un sinvivir que en ocasiones se supera gracias al buen hacer de los secretarios generales técnicos en sus reuniones previas al Consejo de Gobierno. Cada expediente es analizado con lupa y en casi todos ellos se descubre un gazapo, una trampa que los nacionalistas tratan de colar a los socios socialistas.

Pero hay dentro del PSOE demasiadas voces que desaconsejan salir del Ejecutivo porque la crisis en la que anda envuelta el partido puede condenarlo a otras dos décadas de banquillo opositor.

Por si fuera poco, su capacidad de golpear a CC en feudos tan sensibles como La Laguna está descartada por las luchas intestinas entre socialistas en esa ciudad y por la negativa de Patricia Hernández y de Julio Cruz a otorgar la menor ventaja orgánica al equipo que allí capitanean Javier Abreu y Gustavo Matos. Este último vuelve a la carga en su empeño por ser secretario general cuando el calendario socialista federal y las bases lo permitan.

Pero todo dependerá de la respuesta que este lunes ofrezcan los negociadores nacionalistas. Si siguen cerrados en no ceder ni un milímetro de colaboración en el Gobierno, no debe descartarse nada. Ni siquiera un acuerdo con el Partido Popular para que permita con un acuerdo de gobernabilidad, un Ejecutivo progresista que haga realidad el viejo sueño de socialistas, populares y nuevocanaristas de hacer fenecer a Coalición Canaria, el partido que jamás ha chupado oposición y que se rompería en mil pedazos al día siguiente de perder el poder. El PP asaltaría el espacio de centro derecha en plazas como Tenerife y La Palma; Nueva Canarias emergería como la alternativa nacionalista en las islas donde continúa siendo residual, y el PSOE canario podría ser referente nacional de resistencia ante la que está cayendo. Con esas ventajas juega el PSOE para arriesgarse a cualquier escenario: al fin y al cabo ya tiene sobrada experiencia de ganar elecciones, no gobernar y reconstruirse desde la oposición. Es un partido de gobierno, sin duda, pero no lo necesita para sobrevivir.

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