Las autoridades canarias son las primeras sorprendidas por estas decisiones tan perjudiciales para Canarias y empiezan a cuestionarse seriamente si todo responde a ese indisimulable deseo de venganza de Soria, que ha decidido arrodillar a un Gobierno que no le dieron la oportunidad de presidir tras ganar por los pelos las últimas elecciones autonómicas de mayo de 2011. No sería la primera ocasión en que el presidente del PP canario de rienda suelta a ese modo tan peculiar que tiene de entender la política. Cuando fue desalojado por una moción de censura en el Cabildo de Gran Canaria dirigió toda su artillería contra él desde su privilegiado puesto de vicepresidente regional cargándose importantes inversiones y fondos de cooperación, y si entre 2003 y 2007 fue el más acendrado cabildista que se recuerda desde Bravo Murillo, en su siguiente etapa política persiguió a los cabildos sin descanso hasta el punto de abrir una brecha institucional a cuenta de la principal competencia que tenía sobre ellos, el reparto de los fondos del REF, un problema que se solucionó de inmediato cuando abandonó el Gobierno, aunque el asunto sigue coleando ahora en el Tribunal Supremo.