Las investigaciones sobre el presunto asesinato de Laura G. siguen exactamente en el mismo punto de partida: las pruebas realizadas incriminan a su esposo por diversos motivos, especialmente por el acceso que tenía a las distintas sustancias que aparecieron en el cuerpo de la víctima y por su obsesión por cuidarle de enfermedades jamás detectadas (teoría sobre síndrome de Munchausen). Por lo tanto, no son ciertos los rumores que circulan acerca de una posible pérdida de fuerza de esas tesis sobre la autoría, del mismo modo que siguen sin tener sustento probatorio los comentarios acerca de la existencia de una posible amante del sospechoso, que ni ha aparecido ni se la espera. Todos los investigadores coinciden en que el cierre de la operación será al más puro estilo CSI: análisis de vísceras, análisis de sustancias encontradas en los registros, comprobación del acceso del sospechoso a esas sustancias... La juez Peña sigue interrogando a decenas de testigos, algunos de los cuales en distintas ocasiones, para tratar de encontrar el móvil del presunto crimen, algo que le permita terminar de dar forma a un supuesto asesinato que ha conmovido a media Canarias y a media Andalucía.