Alguien se lo debió ver venir. Francisco Rodríguez Batllori era un asiduo de la cuarta planta del edificio Dunas, donde se encuentran la Viceconsejería de Justicia y Seguridad y la Dirección General de Relaciones con la Administración de Justicia. A esa viceconsejería estaba adscrito el hoy imputado en un puesto que nadie atina a explicar con precisión, que si asesor, que si jefe de sección, que si asimilado... El caso es que “por órdenes de arriba” se decide cambiarlo de destino y enviarlo, como decimos, a la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, lejos de las relaciones con la Justicia, lejos del programa Atlante, lejos de donde se maneja una información que permite tomar decisiones bien armadas. Todo ello a un mes escaso de su detención. Resulta paradójico que en ese mismo edificio de Triana-Francisco Gourié, del que sacaron a Batllori por órdenes de la superioridad y sin ninguna otra explicación, se encuentren las dependencias directivas de la Cámara de Comercio y las oficinas centrales del Grupo Dunas, con el despacho de Ángel Luis Tadeo en la última planta, la quinta.