Que la ciudad de Telde, envuelta en un rosario interminable de corrupción, no pueda sacar adelante el Plan General de Ordenación no sólo es razonable sino conveniente. Pero que un Ayuntamiento como el de San Bartolomé de Tirajana, con las aguas calmadas, con una oposición por la labor, no lo haga en esta legislatura clama al cielo. Es el municipio turístico más importante de Canarias y su futuro más inmediato lleva demasiado tiempo a la espera de que la responsabilidad se instale en los concejales que lo gobiernan. Los que creímos que la alcaldesa, Concha Narváez, iba a romper el maleficio, nos encontramos de nuevo con una decepción. Porque es de su responsabilidad que no haya capacidad para gestionar alegaciones o para alcanzar acuerdos con todos los promotores que se pongan por delante. Es el papel del gobernante. Y el que no se sienta capaz, que ceda el paso.